Por Loreto Fernández M. Oficina de la Causa de Beatificación de Madre Bernarda Morin.
Un lejano 29 de diciembre de 1832, en la parroquia “San Enrique” de Lauzon, localidad ubicada a 20 km de Quebec, nacía la pequeña Venerance Morin Rouleau. La sexta hija de María Francisca y de Santiago tuvo la dicha de crecer en una familia que la amó, la educó y le entregó una sólida formación cristiana, cimentada en el amor a Dios y al prójimo, particularmente a los más necesitados.
Los designios de Dios permitieron que Venerance con el paso del tiempo se transformara en una religiosa que supo encarnar, en su larga y fecunda vida, el rostro humano de la Providencia. Dejó una huella tan significativa, que motivó a muchas otras mujeres a seguir la obra de caridad compasiva y solidaridad profética con los pobres. Además, su misión se convirtió en un referente del catolicismo social en su época. Durante sus 77 años de vida religiosa, se mantuvo fiel a lo que escribió el primer día que pisó el convento en presencia de su fundadora, la beata Emilia Gamelin: “la humildad, la pobreza y la caridad son las virtudes que vengo a buscar en esta santa casa” [1].
Este 29 de diciembre de 2022, recordamos el natalicio 190 de madre Bernarda y en esta fecha también traemos a la memoria que estamos a 170 días del 17 de junio de 2023, día en que nos preparamos a conmemorar los 170 años de la llegada de las Hermanas de la Providencia a Chile. Agradecemos esta feliz coincidencia de fechas que nos invita a reflexionar sobre el sentido de pertenecer a la familia Providencia, conectando la memoria fundacional, al hoy de la misión de la Providencia en Chile.
Por todo el bien prodigado por la Sierva de Dios y sus compañeras, por las hermanas que continuaron la misión a lo largo del tiempo y por tantas y tantos bienhechores, colaboradores, amigas y amigos que se sumaron para dejar brotar la vida nueva en una oleada de esperanza[2], decimos con gozo ¡Providencia de Dios, muchas gracias te doy!
Que la Sierva de Dios Bernarda Morin nos siga animando en este caminar y que como ella lo hizo, al mirar atrás en la historia, podamos decir fiat voluntas tua (hágase tu voluntad): “Verdaderamente, yo puedo decir que la Divina Providencia me ha traído a Chile. Ningún proyecto humano ha precedido nuestra venida a esta tierra lejana. Nadie nos había invitado y nosotras estábamos muy lejos de pensar que el buen Dios nos mostraría este lugar como el de nuestra santificación. Nosotras pues hemos dicho más con el corazón que con los labios:
Oh Divina Providencia,
Mi suerte está en vuestras manos.
Yo adoro sin resistencia
Vuestros decretos divinos.
Vos me hallareis siendo dócil
A todo aquello que oz plazca;
Siempre será mi divisa
El fiat voluntas tua”[3].
[1] Memorias Intimas, Madre Bernarda Morín, parte 1, p.13.
[2] Cft. Lema Capítulo General de las Hermanas de la Providencia, 2022.
[3] A su sobrino Gilberto Lemieux, Santiago, 27 de noviembre de 1889 en Extractos de Correspondencia de madre Bernarda con su familia, carta de 1905, tomado de “Copia Archivo Cancillería, arzobispado de Quebec”.