Por Hermanas de la Providencia.
2016 es el “Año de la Misericordia”. Esta invitación a vivir este año desde la misericordia se torna aún más desafiante para nosotras, pues somos HERMANAS DE LA PROVIDENCIA, llamadas a ser testimonio del amor misericordioso de Dios providencia.
Así los vivieron nuestras madres y hermanas Emilia, Bernarda y Joseph; mujeres que en su seguimiento a Jesucristo dejaron todo para darse a los predilectos de la misericordia de Dios, los pobres. Esta entrega solo fue posible por su experiencia profunda de sentirse amadas por Dios. Ellas mismas descubrieron desde su intimidad con Dios, el manantial desde donde brotaba la misericordia, la que se hizo carne en servicio generoso y desinteresado.
Ellas acogieron y estrecharon sus manos con las manos de abuelas abandonadas, con niños y niñas en situación de abandono y pobreza, con encarcelados políticos, con enfermos y con familias. Se hicieron cercanas, brindaron calor humano e hicieron propio el dolor y el grito del pobre. Así, rompieron la barrera de la indiferencia e invisibilidad y despertaron y aún siguen despertando nuestras consciencias, muchas veces aletargadas ante el drama de la pobreza, pues ellas entraron, todavía más, en el corazón del evangelio, donde los pobres son los privilegiados de la misericordia divina (cf. Misericordie Vultus pág. 22).
A lo largo de nuestra historia congregacional hemos vivido las obras de misericordia corporales y espirituales, y hoy el Papa Francisco nos confronta diciendo que “Jesús nos presenta estas obras de misericordia para que podamos darnos cuenta si vivimos o no como discípulas suyas”.
Hermanas, en este año de Gracia dispongámonos a vivir un año santo, el que trae consigo la riqueza de la Misión de Jesús que resuena en las palabras del profeta: llevar una palabra y un gesto de consolación a los pobres, anunciar la liberación a cuantos están prisioneros de las esclavitudes de la sociedad moderna, restituir la vista a quien no puede ver más porque se ha replegado sobre sí mismo, y volver a dar dignidad a cuantos han sido privados de ella (Misericordie Vultus pág. 24). Que con nuestras actitudes y acciones vivamos lo que con entusiasmo proclamamos con nuestras palabras y nuestra vida consagrada como Hermanas de la Providencia.
