El domingo 26 de febrero partió a la casa del Padre nuestra querida hermana María Concepción Vargas, conocida con cariño como madre Conchita. Su fallecimiento se produjo a la edad de 99 años y 82 años de vida religiosa.
Sus funerales tuvieron lugar el 27 de febrero en la capilla de la comunidad Bernarda Morin, lugar donde pasó sus últimos años en compañía de sus hermanas de comunidad. Damos gracias al Señor por su vida y nos unimos en oración por ella y por todas nuestras hermanas difuntas.
A continuación, compartimos la necrología de nuestra hermana, leída durante la misa funeral:
NECROLOGÍA DE HERMANA
MARÍA CONCEPCIÓN VARGAS COLLAO
(Número de Profesión 329)
26 DE FEBRERO DE 2023
“La sabiduría se encuentra en la ancianidad y la discreción viene con la larga edad” Job 12, 12
Hermana María Concepción, o madre Conchita como se le decía con cariño, nació el 29 de agosto de 1923. Oriunda de Antofagasta, fue la primera de su familia en ingresar a la Congregación de las Hermanas de la Providencia el 19 de enero de 1940, cuando tenía 16 años, siendo en ese entonces la hermana más joven de la Congregación. El buen ejemplo cundió y su hermana carnal Bernarda, más tarde Claudia en la vida religiosa, también ingresaría a la Congregación en 1950 y finalmente, su hermana Alda, o Pabla como la conocemos, lo haría a su vez en 1957.
Dicho por ella misma, su vocación se gestó gracias a la piedad, al deseo de estar más cerca de Dios, de poder orar.
Quiso mucho a sus Hermanas de Congregación, recordando con especial afecto hasta el final de sus días a la Madre Bernardita, que había sido su maestra de novicias.
Su primer destino recién profesa fue en la Casa Local y de ahí, a la extinta Casa de Ejercicios El Tránsito en la ciudad de La Serena. También estuvo en la Providencia de Ovalle, en el Colegio de Maipú, en la Escuela Santa Clara, en el Colegio Sagrados Corazones y en La Providencia de La Serena.
Profesora normalista, con mención en matemáticas, fue una maestra destacadísima que misionó en diversas casas de la Provincia, siendo recordada por el rigor y la paciencia con que enseñaba, logrando excelentes resultados con sus estudiantes, tanto en las aulas, como en las representaciones artísticas para las que tenía un especial talento y que ya retirada de la educación formal, mostró al hacer números teatrales con las hermanas en diversas fiestas de la Provincia. Ella misma decía que lo que más la marcó en su vida fue el estar con las niñas en los colegios. El básquetbol fue una de sus tantas labores que asumió como la multifacética educadora que fue, dedicándose con tal esmero, que sacó campeón al equipo del Colegio Providencia de Ovalle y recibió una distinción como dirigente deportiva destacada.
Además, se esmeró por la preparación de Catequesis, misión a la que se entregó en varias de las obras donde le tocó estar.
Sus últimos años tenía serias dificultades para mover sus piernas, lo que le significaba una gran contrariedad; al principio se la podía ver desplazarse a paso lento de una a otra dependencia del Campus Providencia y finalmente a su pesar, debió estar de forma permanente en silla de ruedas.
La recordaremos por su pulcritud, orden y excelente memoria. Hasta hace poco disfrutamos con admiración de sus largos poemas que recitaba con extraordinaria lucidez. Su memoria e inteligencia le permitió, además, hacerse cargo hasta los 94 años, de las cuentas de varias de las comunidades y obras en las que estuvo, sumado a su jovialidad de risa contagiosa y el gran temple con el que vivió. Pese a su seriedad hasta el último, disfrutó de las celebraciones y fiestas y no dudaba en disfrazarse y compartir su lado teatral y animar a otros a hacer lo mismo.
Hay cuatro cosas que no podían escapar de su vista y de su alcance: su campanita, su reloj, su rosario y sus pañuelos de cuello que pasaron a ser elementos de varias anécdotas en su paso por esta Comunidad.
Hoy damos gracias a Dios por su testimonio como Hermana de la Providencia, por su larga y fecunda vida, y le decimos confiadas,
DESCANSE EN PAZ Y ORE POR NOSOTRAS