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Bernarda, vivir el Evangelio cada día

Por Loreto Fernández M. Oficina de la Causa de Beatificación de Madre Bernarda Morin.


Madre Bernarda es una figura histórica y como tal se la recuerda en su calidad de fundadora, impulsora del catolicismo de corte social, escritora y mujer destacada. Sus distintos biógrafos en libros y otras publicaciones, se explayan en descripciones de sus dotes de liderazgo, sabiduría, cordialidad de trato y caridad sin límites, sumado a la fama de santidad que la acompañó aún en vida.

¿Cómo sería en el día a día esta mujer excepcional, fallecida hace ya más de noventa y cuatro años y que sigue inspirando a quienes la hemos conocido por sus escritos y su legado?

En sus Memorias Íntimas1, la Sierva de Dios va develando a una niña y luego a una joven feliz, querida por su familia, piadosa, inteligente y sensible; de una personalidad fuerte y determinada que en más de una ocasión le ocasionó fuertes reprimendas por parte de su madre. Una joven, como tantas otras, con virtudes y defectos, con temores y sueños, en busca de su camino que, en este caso, sería la consagración total a Cristo en la vida religiosa.

Para el centenario de la Congregación en Chile, una hermana recoge el retrato hecho en su Necrología para describirla2: “Era en su físico, la Rvda. Madre Bernarda, de estatura mediana, de tez blanca, ojos azules de mirada penetrante; cuando joven, no sobresalía por hermosa, sino que era de un tipo muy francés y a primera vista no parecía tan amable y agraciada como lo era en su ancianidad. Era su carácter un tanto enérgico, pero lo llegó a modificar de tal manera, que en Comunidad fue un modelo de amabilidad y dulzura, de condescendencia exquisita; de atención y bondad con todo el mundo, especialmente con los más pobrecitos en quienes veía la imagen de Dios. Nunca se le notó alteración de semblante, ni aun en las mayores penas; siempre permanecía sumisa y tranquila acatando los designios amorosos del Señor”.

Con los años, en la innumerable correspondencia que mantuvo con sus hermanas, podemos observar otros rasgos que nos la muestran humana y cercana. Veamos algunos de ellos.

Sabemos, por ejemplo, que le gustaba el pan: “Le ruego haga lo que pueda para que el panadero mejore el pan, en la actualidad el pan de Vicuña es malo. Como el pan es el mejor alimento del hombre siendo bueno y abundante el pan suple por todo”3; “El pan es muy buen alimento. A mí me parece que sacrificando a Dios muchas golosinas y teniendo cuidado las superioras de que el pan y la carne sean de buena calidad y regularmente preparados, Dios nos concederá mejor salud”4;“Les mando una receta para hacer pan. Por si alguna vez fallan los panaderos. El pan sale bueno”5.

Todos sus escritos son además de amenos y profundos, muy claros, otro ejemplo de la sencillez que en ella se reflejaba en todas sus facetas. Es interesante que cuando escribe a las hermanas, lo hace muy familiarmente; de hecho, en varias ocasiones usa expresiones coloquiales: “Al fin más vale una vez colorada que cien amarilla”6; “Sin duda me verían cara de lesa”7; “Rogando y con el mazo dando, dice el adagio”8; “Creo que está tan perdonada como San Pedro”9. En otros momentos, les expresa una profunda ternura: “Una buena amiga vale más que una hermana. Dios mismo con ser Padre por excelencia se llama nuestro amigo”10; “De lejos como de cerca soy su Madre en el afecto; la llevo en mi corazón. Ni un momento me olvido de usted”11; “No puedo pensar en una cosa buena sin acordarme de ustedes”12; “Mi Hijita querida crea que mis advertencias nacen de un amor muy verdadero por usted”13.

Amaba y respetaba a las niñas y los niños: “Los Niños y Niñas sí que son simpáticos e inocentes”14; “La Manuelita (laica) más donosita que antes, sumamente alegre y hablando todo lo que se le ocurre como niño chico. […] Nos hicimos muy amigas. De oírla reír con tanta gana yo me reía de la misma manera”15; “Las hermanas y niñas son tan empeñosas en el trabajo que da gusto”16; “Las faltas de los niños o niñas como las de las demás personas no deben comunicarse sino a las personas que las pueden remediar”17.

Era una mujer práctica, que respetando las Constituciones, daba a las hermanas libertad y las animaba a actuar en conciencia: “La dejo a usted en libertad de arreglarlo todo como Dios le ayude y mejor parezca”18; “Declaro que lo escrito o dicho no se puede tomar como órdenes o disposiciones que tienen fuerza de ley, sino como consejo o conversación de Madre a Hijas y dejándoos en plena libertad para que, en todos los casos que no prescriben nuestras santas Constituciones y Reglamentos, obréis como lo estiméis prudente según Dios y más conveniente”19.

Además, ve con buenos ojos las innovaciones que mejoran las condiciones de vida de las religiosas y de las personas en general: “Haga todos los remedios que receten los médicos… no es pecado alguno… esto no tiene nada de ofensa a Dios”20; “Yo me he bañado dos veces en la casa con agua de mar templada. Parece que me hace bien”21; “Le invito a estudiar la homeopatía, este nuevo sistema es tan suave como eficaz; yo lo he probado y he seguido tan bien, que desearía que fuera adoptado por todas las personas que me son queridas”22; “¿Hay esperanzas de que los aparatos que acumulan la electricidad se perfeccionen? ¿Qué dice la ciencia en el Norte?”23; “He leído en un diario la reproducción de un experimento hecho en Quebec para curar la embriaguez […] Si esto es verdad, cuanto le agradecería que me enviara algunos frasquitos de esta prodigiosa preparación, con todos los informes posibles para aplicarla […] Así nosotros podremos gozar pronto de este nuevo beneficio de la Divina Providencia para la humanidad…”24.

Hay otros rasgos que se traslucen, como su sentido del humor y su sentido cívico –“Un buen cristiano es un buen ciudadano”,  le escribía a su sobrino sacerdote25–, su ecuanimidad para emitir juicios y tantas otras cosas que explican el que su figura siga interpelándonos. Pero sin duda, para quienes buscamos sentido a la existencia desde el Evangelio, hay un rasgo esencial de Bernarda: ella es una mujer completamente espiritual en el sentido literal del término, pues vivió abierta a la acción del Espíritu Santo y, de ese modo, fue capaz de encarnar el rostro de Dios en las acciones cotidianas y vivir con gozo el proyecto de Jesús. Nuestra querida Sierva de Dios fue “regazo que acoge, brazo que envuelve, palabra que conforta, silencio que respeta, alegría que contagia, lágrima que corre, mirada que acaricia, deseo que sacia, amor que motiva”26 …en una palabra, fue el paso de la Providencia.

¡Bendito Dios que nos regaló a esta bella Hermana de la Providencia!

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1Las “Memorias Íntimas” fueron escritas por orden de su confesor, el Pbro. Raimundo Villalón. Inicia su escritura el 1° de noviembre de 1866 y consta de tres partes: (1) Desde que tiene memoria hasta los once años y medio, a su salida del colegio de las religiosas de Nuestra Señora el año 1844. (2) Desde agosto de 1844 hasta el 11 de mayo de 1850, cuando ingresa a la Congregación. (3) Desde su ingreso a la Congregación hasta el 21 de junio de 1862, época en que toma como confesor al entonces Pbro. Joaquín Larraín Gandarillas.

2Anónimo, “Obra providencial confiada a una gran misionera, 1853 -17 de junio – 1953, primer centenario de la fundación de la Congregación de la Providencia de Chile”, apartado 3, “Personalidad de la Rvda. Madre Bernarda”.

3Carta del 19 de octubre de 1909.

4Carta del 3 de mayo de 1892.

5Carta del 6 de septiembre de 1891.

6Carta del 3 de mayo de 1892.

7Carta del 8 de mayo de 1891.

8Carta a su sobrino Pbro. Gilberto Lemieux del 20 de mayo de 1885.

9Carta del 29 de abril de 1891.

10Carta del 19 de septiembre de 1889.

11Carta del 28 de noviembre de 1891.

12Carta del 24 de agosto de 1900.

13Carta del 18 de junio de 1894.

14Carta del 27 de octubre de 1892.

15Carta del 11 de agosto de 1892.

16Carta del 10 de diciembre de 1981.

17Advertencias sin fecha.

18Carta del 3 de agosto de 1908.

19Circulares a las superioras, N.º 6 del 15 de septiembre de 1917.

20Carta del 10 de julio de 1889.

21Carta desde La Serena del 5 de enero de 1892.

22Carta a sus padres del 8 de noviembre de 1866.

23Carta a su sobrino Pbro. Gilberto Lemieux del 20 de mayo de 1885.

24Carta a su sobrino Pbro. Gilberto Lemieux del 18 de julio de 1895.

25Carta su sobrino Pbro. Gilberto Lemieux, del 21 de julio de 1886.

26Fragmento de poema anónimo.

 
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