Por Hna. Ana Teresa Araya, Superiora Provincial Hermanas de la Providencia.
Las siguientes palabras fueron pronunciadas en el marco del encuentro de ex estudiantes de los colegios y obras pertenecientes a nuestra Congregación, llevado a cabo el pasado sábado 26 de octubre.
Muy queridas ex alumnas, ¡Bienvenidas a su regreso a casa!:
Han pasado 160 años de presencia de las Hermanas de la Providencia en Chile. 160 años mostrando y dando a conocer el amor incondicional que Dios nos tiene.
Cada una de ustedes es parte de esta historia. Han recibido la semilla del amor del Señor y de su Palabra, porque se encontraron con Hermanas que las quisieron, las formaron y las educaron para ser mujeres al servicio de la sociedad, mujeres realizadas y felices; tratando de ser Providencia para muchos.
Hoy se encuentran reunidas aquí diferentes generaciones; cada una ha llegado con su propio equipaje, con el cual han viajado por la vida desde su propia historia. Dios y ustedes saben lo que han vivido y traen dentro de sí: alegrías, nostalgias, proyectos, expectativas, deseos, sueños y, seguramente, también dolores que las han marcado.
Al respecto, Madre Bernarda, nuestra fundadora en Chile, nos invitaba a no rechazar la cruz, pues tiene amabilidades propias: nos fortifica, sostiene y anima. Sin importar su realidad, tengan la certeza que Dios siempre ha estado ahí presente, acompañándolas, sosteniéndolas, animándolas y consolándolas, aún desde su silencio, que no siempre sabemos interpretar. Al final, queridas ex alumnas, tenemos mucha vida; y por eso en este encuentro queremos agradecer a Dios justamente por la vida, por nuestra propia existencia y por la vida compartida junto a otras y otros en nuestro paso por los colegios y obras de la Providencia.
Tengo la seguridad de que todas regresarán a sus hogares con algo nuevo. Nada sucede por coincidencia, todo es Providencia. Es Dios mismo quien les ha hecho esta invitación a través de las Hermanas.
Vayan gozosas, porque se han re-encontrado con su pasado, con el sentido más profundo de lo que significa ser parte importante y viva de la Familia Providencia. Por lo mismo, las invito a que miren el rostro de Dios como el Padre tierno y amoroso que es, y a María nuestra Madre de Dolores, y se comprometan ustedes mismas a ser el rostro humano de Dios Providente en su familia, en su trabajo, con ustedes mismas y con todos quienes les rodean.
Las despido con uno de los tantos pensamientos de nuestra querida Madre Bernarda:
«La Providencia es para mí, el amanecer, el atardecer y es también mi hogar”.
Recuerden, la Providencia es su hogar, y las religiosas que ayer y hoy las acompañamos con cariño somos sus hermanas para siempre.
Que Dios las bendiga.