Por Loreto Fernández, Oficina de la Causa de Beatificación de Madre Bernarda Morin.
El 17 de abril de 1858, Sor Bernarda fue elegida maestra de novicias, la segunda después de Sor María del Sagrado Corazón Berard, en asumir dicha responsabilidad en Chile. Las Hermanas de la Providencia llevaban menos de cinco años en el país, el noviciado había sido fundado en enero de 1857 y las religiosas estaban a cargo de dos obras dedicadas al cuidado de las niñas y niños huérfanos, en Santiago y en Valparaíso. Eran una presencia nueva en esta parte del mundo, pero se vislumbraba que la semilla que traían las Hijas de la Caridad, Siervas de los Pobres llegadas desde Canadá, echaría raíces que mitigarían con su abnegada labor las grandes necesidades presentes en Chile.
Para la elección del primer gobierno en agosto de 1856, cuando la comunidad ya contaba con diecisiete hermanas, Sor Bernarda había sido nombrada depositaria. Los años demostrarían que las Sierva de Dios, entre sus múltiples dones, tenía una inteligencia práctica que la dotaba para ser una excelente administradora; sin embargo y a pesar de su juventud, también era evidente su madurez humana y solidez espiritual que caracterizarían su larga existencia, requisitos indispensables para quienes tienen la delicada misión de acompañar a quienes disciernen su vocación cristiana como parte de una congregación religiosa.
En sus memorias, Madre Bernarda escribió que “considerando despacio los ojos siempre fijos en el Señor, me pareció más conforme a la cruz y humillaciones de Nuestro Señor, la vida de las Hermanas de la Providencia. Sin vacilar un momento, me determiné a abrazarla, con gran contento y satisfacción de mi alma”. El amor que expresaron las hermanas que conocieron a Madre Bernarda permite tener la convicción de que ese contento y satisfacción del que habla irradió a quienes la conocieron, y que su rol de maestra trascendió con mucho el tiempo que estuvo a cargo del noviciado.
Sus numerosísimos escritos avalan su preocupación para que las hermanas:
- Se mantuvieran fieles al llamado de Dios, haciendo vida las Constituciones y el carisma congregacional: “El espíritu de la Congregación está tomado de la doctrina del Santo Evangelio contenida en nuestras santas Constituciones que son el molde que debe unir los corazones, los pareceres y las acciones de todas las Hermanas”.
- Se dejaran conducir confiadamente por su Providencia: “Tened fe y confianza en la Divina Providencia; suceda lo que sucediere, tenemos a Dios y con Dios lo tenemos todo”.
- Se quisieran unas a otras: “La Hermana de la Providencia que desea agradar a Dios siempre está pronta a servir igualmente a todas sus hermanas y lo hace con consideraciones de respeto y amor que causan alegría, paz y edificación en toda la Comunidad”.
- Actuaran en todo momento con conciencia: “Tratar de formarse una conciencia recta y exacta de lo que debemos a Dios y por amor de Dios, al prójimo”.
- Y, sobre todo, amaran a los pobres, cuyos rostros encarnaban a Cristo mismo: “Nuestro tiempo está consagrado a Dios y a los pobres”. “Fuera de la caridad con Dios y con sus Hermanas, la Superiora debe practicarla con los pobres de quienes nos gloriamos ser sirvientes”.
Madre Bernarda fue una maestra que, con su ejemplo, nos invita a vivir al modo de Jesús, el Maestro que trae vida buena y abundante para todas y todos. La Sierva de Dios también nos muestra que el Evangelio requiere de nuestro compromiso personal y colectivo.
¿A qué estarás llamada o llamado hoy? ¡Ánimo! “La Providencia vela tiernamente sobre cada una de sus creaturas”.
Si tienes alguna consulta acerca de Madre Bernarda Morin, fundadora de las Hermanas de la Providencia en Chile, o sobre su proceso de beatificación, puedes enviarla al correo: centrobernardamorin@providenciasp.cl. Con gusto responderemos tu mensaje.
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