Por Hermanas de la Providencia.
Los fieles difuntos son aquellas personas que nos han precedido en el paso a la eternidad y que aún no han llegado a la presencia de Dios en el Cielo.
El Catecismo de la Iglesia Católica dice acerca del Purgatorio:
- Los que mueren en gracia y amistad de Dios pero no perfectamente purificados, sufren después de su muerte una purificación, para obtener la completa hermosura de su alma (1030).
- La Iglesia llama Purgatorio a esa purificación y ha hablado de ella en el Concilio de Florencia y en el Concilio de Trento. La Iglesia para hablar de que será como un fuego purificador, se basa en aquella frase de San Pablo que dice: «La obra de cada uno quedará al descubierto, el día en que pasen por fuego. Las obras que cada cual ha hecho se probarán en el fuego» (1Cor. 3, 14).
- La práctica de orar por los difuntos es sumamente antigua. El libro 2º de los Macabeos en la S. Biblia dice: «Mandó Juan Macabeo ofrecer sacrificios por los muertos, para que quedaran libres de sus pecados” (12, 46).
- La Iglesia desde los primeros siglos ha tenido la costumbre de orar por los difuntos. Cuenta San Agustín que su madre Santa Mónica lo único que les pidió al morir fue esto: “Una sola cosa os pido, que os acordéis de mi ante el altar del Señor, en cualquier lugar donde os hallareis”.
- San Gregorio Magno afirma: «Si Jesucristo dijo que hay faltas que no serán perdonadas ni en este mundo ni en el otro, es señal de que hay faltas que sí son perdonadas en el otro mundo. Para que Dios perdone a los difuntos las faltas veniales que tenían sin perdonar en el momento de su muerte, para eso ofrecemos misas, oraciones y limosnas por su eterno descanso».
Nuestra oración por los muertos puede no solamente ayudarles, sino también hacer eficaz su intercesión a nuestro favor.
Los que ya están en el cielo interceden por los que están en la tierra para que tengan la gracia de ser fieles a Dios y alcanzar la vida eterna.
Elisabeth Kübler-Ross (1926-2004), Psiquiatra suiza-estadounidense y una de las mayores expertas mundiales en el tema de la muerte, estudió 20.000 casos de gente de todo el mundo que fueron declarados clínicamente muertos y después regresaron a la vida. Desde una perspectiva diferente a la Doctrina católica, pero muy iluminadora dice: “El fallecimiento del cuerpo humano es idéntico a lo que sucede cuando una mariposa emerge de su capullo. El capullo puede compararse al cuerpo humano, pero no es idéntico a tu ser real, sino que se trata solamente de la casa donde vive por un tiempo. Morir es mudarse de una casa a otra mucho más bella. Tan pronto como el capullo se encuentra en condiciones irreparables, la mariposa será liberada.
…Nadie muere solo. Cuando uno deja su cuerpo físico, uno no puede hablar más en términos de tiempo, espacio o distancia en el sentido común, porque éstos son un fenómeno terrenal. En este sentido, uno se da cuenta de que nadie muere solo porque el difunto es capaz de visitar a quien desee. Además, existe gente esperando por ti que fallecieron antes que tú, quienes te quieren y aprecian bastante.
Lo que la Iglesia les enseña a los niños pequeños sobre los ángeles de la guarda, está basado en un hecho. Existen pruebas de que cada ser humano, desde su nacimiento hasta su muerte, es guiado por una entidad espiritual. Todos tenemos dicha guía espiritual, creamos en ella o no. En general, la gente que está esperando por nosotros en el otro lado son aquéllos quienes más nos quieren.
…Todos encuentran el cielo que han imaginado. Después de que has atravesado este túnel, puente o puerta, te encuentras al final de él rodeado por luz. Esta luz es más blanca que el blanco. Es muy brillante, y cada vez que te aproximas más a ella, te sientes más y más envuelto por el más grande, indescriptible e incondicional amor que te hayas podido imaginar. En esta luz, tú experimentarás por primera vez lo que el hombre pudo haber sido. Aquí encontrarás entendimiento sin juzgar, y amor incondicional.
En esta presencia, tú sabrás que toda tu vida en la tierra no fue más que una escuela a la que tuviste que asistir para poder pasar ciertas pruebas y aprender lecciones especiales.
Dios es amor incondicional. Durante esta revisión de tu vida terrena no culparás a Dios por tu destino, sino que te darás cuenta de que tú mismo fuiste tú peor enemigo, debido a que te acusarás a ti mismo de haberte negado tantas oportunidades para crecer” (extraído del libro “On Life After Death”).