Por Loreto Fernández M. Oficina de la Causa de Beatificación Madre Bernarda Morin.
«A Dios no lo ha visto nadie jamás, pero si nos amamos unos a otros, Dios está entre nosotros y su amor da todos sus frutos entre nosotros».
I Jn. 4,12
¿Podemos cuantificar la influencia de Madre Emilia Gamelin sobre Madre Bernarda Morin? ¿Cómo podríamos hablar de la influencia de una mujer en otra, de una religiosa en otra, cuando apenas se conocieron? La Beata Emilia Gamelin, fundadora del Instituto de las Hermanas de la Providencia, falleció el 23 de septiembre de 1851 y la Sierva de Dios Bernarda Morín ingresó a dicha Congregación el 11 de mayo de 1850. Madre Emilia partió de este mundo a los 51 años, en medio de una pandemia de cólera y después de una fecunda vida como esposa, madre y solo algo más de 7 años como religiosa. Por otro lado, Madre Bernarda murió serenamente a los 96 años de vida y 77 de consagración religiosa, a miles de kilómetros, en una tierra que supo hacer suya. La primera fue breve a la hora de escribir, la segunda fue de una fecundidad que nos dejó varios libros e incontables cartas.
Sin embargo, las coincidencias entre ambas también se hacen evidentes cuando se ven a la luz de la historia. Son aspectos que conocemos, pero que siempre es bueno volver a la memoria para animar nuestra propia esperanza en la maravillosa obra de la que muchas de nosotras y nosotros somos parte -de una u otra forma- y que está como recordatorio perenne en una de las plazas de la ciudad de Montreal, dedicada a Emilia Gamelin: “Un don del Espíritu… Usted está en el sitio de un gran proyecto colectivo: El Asilo de la Providencia, donde lo prioritario fue la dignidad humana”.
Ambas manifestaron una profunda fe en Dios, como una presencia real, actuando en sus vidas y en los acontecimientos que las rodearon
Emilia y Bernarda fueron mujeres que enfrentaron la vida con osadía evangélica, porque tenían la convicción de que la Providencia era la manifestación amorosa de Dios, a la que se entregaron sin reservas: «Me he puesto en presencia del Señor, poniendo toda mi confianza en su gran misericordia»[1], escribió la Beata Emilia Gamelin. “Tened fe y confianza en la Divina Providencia; suceda lo que sucediere, tenemos a Dios y con Dios lo tenemos todo”[2], repitió incontables veces la Sierva de Dios Bernarda Morin.
Emilia y Bernarda orientaron toda su existencia a promover la vida buena que Jesús promete en los Evangelios, especialmente entre los más necesitados
Acá sus obras son las que las avalan hasta el presente y el modo en que fueron reconocidas en vida: “Emilie Gamelin, mujer de acción y de compasión, en 1943 se convirtió en la fundadora de las Hermanas de la Providencia. Después siempre en Montreal se le llamó ‘La Providencia de los pobres’. Un don de esperanza de Emilia Gamelin al corazón de la ciudad”[3]. Por su parte, a Madre Bernarda se la recuerda como: “Bondadosa, inteligente, visionaria, logró hacer crecer la Congregación desde un liderazgo sustentado en sus tres amores: Dios, la Iglesia y los pobres”[4].
Estas mujeres maravillosas fueron el rostro humano de la Providencia y su ejemplo sigue animando hasta hoy a religiosas y laicos que se sienten interpelados y movilizados por su legado.
Ambas cultivaron los proyectos colectivos y la vida comunitaria
Estas insignes hermanas entendieron que la llamada recibida por Dios para consagrarse por entero al servicio de los necesitados se cristalizaba en la comunidad. A lo largo de su vida fueron capaces de conducir a otras, de liderar a las hermanas en medio de las incomprensiones y dificultades propias de la convivencia humana, sin claudicar en sus intentos de que las comunidades fueran los espacios de convivencia y hermandad donde las religiosas se animaran mutuamente en pos de lo verdaderamente importante: orar y trabajar en fidelidad a la llamada del Espíritu Santo.
La caritativa viuda Emilia Tavernier, quien no formaba parte de la comunidad en un primer momento, no dudó en apoyar el empeño de Mons. Bourget, primero para traer religiosas y luego para formar un Instituto que se hiciera cargo del Asilo que ella había fundado; entendía perfectamente que las obras de Dios prosperan en proyectos comunitarios más allá de afanes personalistas. Por su parte, Madre Bernarda a lo largo de toda su vida insistirá en el cuidado de la vida comunitaria como disposición esencial para la misión: “La verdadera caridad no se puede adquirir, ni mantener, ni conservar sin un gran fundamento de amor a las tres personas divinas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Tal es el gran modelo que tenemos para vivir unidas a Dios y unidas a otras con lazos de perfecta caridad”[5].
Con el sello de la Providencia: “Humildad, simplicidad y caridad”
Si fuera posible resumir toda la grandeza que nos han heredado Madre Emilia y Madre Bernarda, el lema Congregacional lo expresaría bellamente. La tradición del Instituto pone en boca de la fundadora estas palabras en su último aliento de vida y de hecho, puede considerarse una prueba de la influencia de una sobre la otra, pues Madre Bernarda repetirá esta máxima una y otra vez a los nuevos brotes de la Providencia en Chile: “El carácter propio de la Congregación de la Providencia es el espíritu de sencillez que sólo a Dios busca, a Dios mira y a Dios ama por ser quien es; de humildad, de corazón en la conducta particular y general de las Hermanas y de caridad afectiva y efectiva con el prójimo, prefiriendo a los pobres”[6].
¿Podemos cuantificar la influencia de Emilia sobre Bernarda? La respuesta está abierta, pero lo cierto es que gracias a ellas, junto a Madre Joseph y a los nombres de tantas hermanas que han pasado a lo largo de la historia Congregacional, hoy el Instituto de las Hermanas de la Providencia “proclama y acoge con alegría el sueño de Dios”. ¡Providencia de Dios, muchas gracias te doy!
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Si deseas más información sobre madre Bernarda Morin o su proceso de beatificación, puedes escribir directamente al siguiente correo: centrobernardamorin@providenciasp.cl.
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[1] Notas de Retiro de Madre Emilia Gamelin, Colección Providencia, p.43.
[2] Bernarda Morin, Circular General N.º 23, junio 1921.
[3] Placas de reconocimiento en Place Émilie – Gamelin, Montreal.
[4] Aliaga Fernando, entrevista para Centro de Espiritualidad, 2014.
[5] Bernarda Morin, Circulares a las superioras N.º 7, junio 1921
[6] Bernarda Morin, Circulares a las superioras, Advertencias, abril 1880.