Por Hna. Hortensia Tapia. Comunidad Bernarda Morin.
Luego de la lectura del libro de pensamientos de Madre Bernarda Morin, publicado por el Centro que lleva el nombre de la Sierva de Dios, a Hna. Hortensia Tapia le nació escribir y compartir la siguiente reflexión. El escrito, a modo de carta a Madre Bernarda, surge a partir del agrado que le produjo a la hermana la lectura general del libro y profundiza especialmente su sensibilidad frente al tema de la migración, considerando los sentimientos que tenía la fundadora de las Hermanas de la Providencia en Chile respecto a su realidad como inmigrante.
Les dejamos a continuación el escrito de Hna. Hortensia, agradeciendo mucho su interés por difundirlo:
“Para una extranjera, los detalles más insignificantes de sus parientes y de su patria tienen un interés que es necesario sentir para comprenderlo”
Sierva de Dios Bernarda Morin
Amada Madre Bernarda:
Me nace desde el corazón expresarle a Ud. lo que provocó en mí este pensamiento suyo, lejos de su patria.
En primer lugar, la imagino una joven de 20 años despojándose de todo, dejando su familia en la que había recibido y cultivado la grandeza de su corazón. Diciéndole adiós a su comunidad, a la que tanto amó, dejando atrás su cultura, su idioma, sus costumbres y todo cuanto la identificaba con su patria, Canadá.
La contemplo guardando en su interior las semillas del Reino que debía sembrar en la tierra que Jesús le mostraría.
Entro en su sentir y me veo tan pequeña ante la fuerza de su fe, ante la audacia en la confianza en Aquel que la guiaba y ante ese amor que le hizo cruzar todo tipo de fronteras.
Han pasado 171 años de su llegada a Chile y 95 años desde su partida al cielo y aquellas semillas de fe, de esperanza y de caridad que en nuestra tierra sembró, muchas han germinado, han dado frutos y frutos en abundancia, porque la Providencia de Dios las ha protegido hasta hoy; ¿cómo será el mañana? Él lo sabe.
Sólo sé decirle que Chile ha ido perdiendo muchos valores que nos identificaban como un país acogedor para con todos, en particular con el extranjero.
Por otra parte, en estos últimos años el Estado chileno no ha tenido la capacidad de responder con acierto y sabiduría ante el problema migratorio que llega a nuestro suelo. Venidos de diferentes países, los inmigrantes, muchos de ellos indocumentados, atraviesan las fronteras sin control. El migrante de hoy es diferente al de ayer.
Siento mucha tristeza al ver a nuestra patria carente de líderes que amen a su pueblo y lo conduzcan hacia la unidad y el desarrollo integral con los que somos y con los que llegan a nuestro país. “Chile, una mesa para todos”, cantábamos como Iglesia. Una mesa es para todos cuando nos amamos, nos respetamos, nos escuchamos y cuando compartimos lo que somos y lo que tenemos. Que el Señor Resucitado venga en nuestro auxilio y que lo ACOJAMOS.
Como Hermanas de la Providencia, en cada una de las misiones de norte a sur, contamos con un buen número de hermanos extranjeros, trabajando con las Fundaciones Providencia.
Además, en nuestra comunidad Bernarda Morin, en este momento trabajan quince jóvenes provenientes de Bolivia, Perú, Colombia y Venezuela, todas ellas alegres, responsables, cercanas, trabajadoras y muy respetuosas. Una vez a la semana las chilenas y extranjeras que están de turno nos regalan una hermosa tarde recreativa, apoyadas por Hna. Jaquelina Juárez, nuestra líder comunitaria. En estos encuentros recreativos surge la creatividad, las costumbres, el folklor, vestimentas típicas, historia y características de cada país. ¡Es hermoso!
Madre Bernarda amada, termino mi sencilla y humilde reflexión con su pensamiento: “Para una extranjera, los detalles más insignificantes de sus parientes y de su patria, tienen un interés que es necesario sentir para comprenderlo”.
La próxima reflexión que pienso compartirle, en estos 171 años de su llegada a Chile, es mi sentir sobre el “caminar juntas en el proceso de Hermanas de la Providencia, hacia una sola entidad canónica”. Siento que Ud. ya va caminando con nosotras porque este fue siempre su anhelo.
Muchas gracias, Madre Bernarda, por su hermoso legado que nos dejó con tanta generosidad, y gracias también por hacerme sentir migrante y peregrina en esta tierra, anhelando ya la Patria Eterna donde el Padre Providente nos espera a todos con los brazos abiertos.
Con cariño, su hija Hortensia, Hermana de la Providencia, nacida en la familia Providencia veintitrés años después de su partida al cielo.