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Hermanas de la Providencia

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Casa Provincial:

+ 56 2 2205 5947 comunicaciones @providenciasp.cl

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Terranova 140, Providencia, Santiago, Chile.

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Lunes a viernes de 9:00 a 13:30 hrs. y de 14:30 a 18:00 hrs.

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Desde la Oficina de la Causa de Beatificación de Madre Bernarda Morin: “Somos vasijas de barro, que portamos un tesoro” (2 Co. 4)

Por Loreto Fernández M. Oficina de la Causa de Beatificación de Madre Bernarda Morin.


El pasado 29 de diciembre se culminó el tiempo de jubileo de la provincia Bernarda Morin por la celebración de 170 de presencia de las Hermanas de la Providencia en Chile. Ese día se efectuó una sencilla y cálida Eucaristía, recordando la fecha del natalicio de la Sierva de Dios Bernarda Morin. Seguidamente quienes pudieron estar presentes disfrutaron viendo números artísticos preparados por el Centro Educacional Santa Clara y el Colegio Providencia de Linares.

Con esta actividad simbólicamente se cierra un ciclo, un tiempo especial dedicado, por un lado, a hacer personal y comunitariamente memoria agradecida de la historia congregacional y por otro, proyectar con fe el futuro, sabiendo que el carisma y la espiritualidad que Dios nos ha regalado por medio de nuestras fundadoras Emilia, Bernarda y Joseph, es un tesoro que llevamos en vasijas de barro y que entre todas y todos debemos seguir cultivando con humildad y sencillez.

Memoria agradecida de la historia

Desde la llegada del primer grupo misionero, conformado por las hermanas Victoria Larocque como superiora, sor Amable Dorión, sor María del Sagrado Corazón Bérard, sor Dionisia Benjamín Worwoth y sor Bernarda Morin, acompañadas de los presbíteros Gedeón Huberdault, como capellán y Francisco Rock, además de la Srta. Eloísa Trudeau, quien con posterioridad ingresó a la Congregación, se inicia la obra de la Providencia en Chile, que buscó desde el primer momento entregar condiciones de vida digna a los huérfanos y luego a toda clase de personas: enfermas, ancianas, hambrientas, necesitadas de consuelo y de esperanza. Esta memoria agradecida se hace extensiva a las hermanas, bienhechores, colabores, asociados, familiares, amigas y amigos que con su compromiso han permitido que la semilla que con tanto esfuerzo sembraron las fundadoras y que fiel al querer de Dios cimentó la Sierva de Dios Bernarda Morin, siga dando frutos hoy.

Al finalizar este ciclo, es importante mirar atrás y ver que a pesar de las dificultades y penas que hubo que sortear como en todo proyecto humano, cuando hay apertura a la gracia, el Espíritu Santo actúa y transforma la realidad de maneras insospechadas. La naciente comunidad en Chile casi se extingue con el regreso a Montreal de la mayor parte de las hermanas que misionaban, en marzo de 1863, dejando a siete profesas y una novicia a cargo de un asilo en Valparaíso y en Santiago una casa de huérfanos y otra de mujeres empobrecidas. La tenacidad de madre Bernarda junto al ejemplo de abnegación de la comunidad, permitieron que ingresaran vocaciones que poco a poco fueron respondiendo a las necesidades de las distintas casas que se fueron abriendo. Entre 1885 y 1929, año del fallecimiento de madre Bernarda, además de las casas ya abiertas antes de la separación con Montreal, las religiosas se hicieron presentes en 19 nuevas obras a lo largo de todo el país, que incluía: asilos de huérfanos, hospitales, escuelas, internados, dispensarios, casas de retiro e inclusive una imprenta que funcionó entre 1908 y 1994. De hecho, en una casa lo regular era que las religiosas prestaran diversos servicios, apoyadas por bienhechores y colaboradores laicos.

Con una orientación adecuada a las necesidades actuales, varias de esas primeras obras se mantienen: Providencia de Valparaíso (1858)[1], Providencia de Concepción (1867), Providencia de La Serena (1872), Colegio Santa Rosa (1884), Casa Matriz (1885) Providencia de Limache (1887), Providencia de Temuco (1894), Providencia de Linares (1896), Residencia Nuestra Señora de los Dolores (1898), Providencia de Ovalle (1906), Hogar de Ancianas de Valparaíso (1908), Santa Teresita de Llolleo (1924) y Colegio Sagrados Corazones (1929).  

Es un acto de justicia decir, una vez más, que la figura de Madre Bernarda, su carisma, su inteligencia y su preocupación permanente porque las hermanas se mantuvieran fieles al legado de la Providencia, a quien ella se confiaba por completo, fue un elemento gravitante para consolidar a la Congregación en esta parte del mundo, expandiendo de esta forma la obra caritativa y de solidaridad que a miles de kilómetros había iniciado Emilia Tavernier- Gamelin.

En la carta que la superiora general de la época, sor Virginia Schmidt escribió a sus hermanas dando cuenta de la muerte de la fundadora en Chile, recordó algunos rasgos de su personalidad: Su ardiente amor a Dios y al celo por su gloria la consumían; salvar a sus amadas hijas, y dar madres caritativas a los pobres huérfanos y desvalidos eran sus anhelos […]. Todas sus enseñanzas contenidas en su mayor parte en circulares inspiradas sin duda por el Espíritu Santo, están basadas en el amor a Dios y al prójimo, en la imitación de Nuestro señor Jesucristo, en el espíritu y máximas del santo Evangelio y en nuestras santas Constituciones […]. Qué honor ha sido para nosotras la unánime manifestación de duelo que le han tributado; la veneración con que han acudido todos, sin distinción de clases, desde los ilustrísimos prelados de la Iglesia hasta el último pobrecito, a encomendarse a S. Rcia., a besarle las manos, a tocarle rosarios y estampas, a pedir algún pedazo de su hábito, etc. Los pobres hacían súplicas en alta voz, y hasta los niños querían verla y tocarla”[2].

Proyectar con fe el futuro

Madre Bernarda murió con la nostalgia de su querida Canadá y el anhelo incumplido de estar unida nuevamente con las hermanas de la Casa Madre. Hubo que esperar un largo camino que trajo esperanzas, pero también pruebas y dolores, para que su deseo se cumpliera el año 1970 y las hermanas de Chile se reincorporaran a la fundación original. Hoy, ad portas de una nueva restructuración congregacional que a fines del año 2024 pone fin a las provincias y dejará a la Congregación de las Hermanas de la Providencia como una sola entidad canónica, en un proceso liderado por una superiora general chilena, es tiempo de recordar las palabras de nuestra querida fundadora en Chile y reconocer que “nada podemos por nosotras mismas, pero, a través de la oración y la práctica de la caridad y la unión fraterna, todo se alcanza”[3]. Esta es la posibilidad de futuro y de perpetuar el carisma y la espiritualidad, reconociendo nuestra fragilidad personal e institucional, reconociendo este barro que somos y que ha sido regalado con un tesoro. Agradezcamos este tesoro y con gozo y humildad proclamemos que: “la Providencia es el misterio de Dios que está activamente comprometido con nosotras y nosotros, llamándonos a formar parte de la actividad creadora, restaurando el rostro de la tierra, …el misterio de Dios quien desea ardientemente nuestra respuesta humana, porque el misterio de la Providencia está incompleto sin nuestra respuesta”[4].


[1] Entre paréntesis, el año de fundación o fecha en que la Congregación se hizo cargo

[2]Archivo Provincial, Circular de Madre Virginia Schmidt, 20 de octubre de 1929.

[3] Morin Bernarda, “Circulares a las superioras”, 1937, Circular N°7, 17 de junio de 1921.

[4] Hna. Mary Kaye sp, exposición en Provincia Bernarda Morin, 2013.

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