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Hermanas de la Providencia

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Desde la Oficina de la Causa de Beatificación de Madre Bernarda Morin: Mes de María

Por Loreto Fernández M. Oficina de la Causa de Beatificación de Madre Bernarda Morin.

“Virgen María, te agradezco que seas para nosotras una Madre tierna y misericordiosa presente en la vida de cada día. Tú eres el reflejo del rostro de Dios cuyo nombre es Providencia”

Durante el mes de noviembre, celebramos día a día el “Mes de María”. Esta es una bella tradición que nos invita a reconocer en la madre de Jesús a nuestra propia madre y el modelo de Iglesia que estamos llamados a ser, en perfecta unión con su divino hijo[1].

La Congregación de las Hermanas de la Providencia tiene una especial devoción a María bajo la advocación de la Virgen de los Dolores. En sus Constituciones las religiosas expresan: “María, íntimamente asociada a la Misión de su Hijo, es para nosotras un modelo de oración y de confianza en la Providencia. Volviendo nuestros corazones hacia ella, al pie de la Cruz, nos liberamos interiormente ante el sufrimiento y desarrollamos la compasión necesaria para ir, con una actitud receptiva, hacia las personas necesitadas” [2].

La figura de María, como Madre de Dolores, está ligada a la historia del Instituto, antes inclusive de su fundación, pues la beata Emilia Gamelin tenía a la Virgen Dolorosa y compasiva como su compañera de viaje y constante consuelo desde su prematura viudez, llegando a tomar la resolución de no pasar un día sin invocar su nombre[3].

Monseñor Bourguet, quien decide fundar a las “Hijas de la Caridad Siervas de los pobres”[4], con el fin de perpetuar las obras de caridad de la viuda Emilia Tavernier-Gamelin, encomienda a la Virgen de Dolores como patrona de la naciente Congregación y recuerda incesantemente a las religiosas que son hijas de Nuestra Señora de los Siete Dolores, nacidas al pie de la cruz y en el corazón doliente de la Virgen[5].

La Sierva de Dios Bernarda Morin, como buena hija de madre Emilia, maduró como religiosa el profundo amor que tenía a María desde niña y que ella misma expresó en sus Memorias: “Al salir del convento llevé conmigo un amor encendido a la Santísima Virgen. Esta buena Madre para que no se pudiera decir jamás haberla invocado en vano, oía todas mis oraciones, fuesen cosas buenas o indiferentes las que le pedía. Varias veces su maternal protección me libró de penas o confusiones” [6].

En la correspondencia que mantuvo con sus distintos sobrinos, a quienes no conoció salvo por el intercambio epistolar, madre Bernarda les recomienda mantener vivo el amor a María: “Te recomendaré también la devoción a la Santísima Virgen. Tómala por la más dulce Madre. Conságrate a su servicio […] Cuando me escribas ¿Me dirás si amas mucho a la SSma. Virgen? […] Su primera preocupación debe ser la de darse a Dios, amar a la SSma. Virgen y tener una gran devoción a su Ángel Custodio”[7].

También reiteradamente pedirá a sus hermanas que se encomienden a la intercesión de María, con la convicción de que ella es camino seguro para llegar al Señor: “Roguemos a la Virgen de Dolores nuestra querida Madre nos alcance de Dios la gracias de amarla muy sinceramente. Cuántos bienes nos vendrían con esta preciosa devoción. Si amamos de veras a la Santísima Virgen luego amaríamos sinceramente a Dios” [8].

Unámonos a la hermosa tradición de las Hermanas de la Providencia y descubramos en la devoción a la Virgen, bajo la advocación de Nuestra Señora de los Dolores, que en la participación de María en la Pasión de Jesús aparecen la firmeza de su fe y el ardor de su caridad, resultado de su fidelidad continua y generosa a la acción del Espíritu Santo[9].

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[1] Cf. Lumen Gentium N.º 63.

[2] Constituciones de las Hermanas de la Providencia N.º 41.

[3] Cf. “Nuestra Señora de los Dolores en nuestra vida”, p.14. Colección Providencia.

[4] Nombre original de la Congregación fundada por el obispo de Montreal, Mons. Ignacio Bourget, el 29 de marzo de 1844, con el fin de perpetuar las obras de caridad de la viuda Emilia Tavernier-Gamelin, beata de la Iglesia desde el año 2001, quien también fue fundadora del naciente Instituto y su primera superiora.

El nombre “Hermanas de la Providencia”, con el cual llegaron a Chile y que mantuvieron siempre, era como se les llamaba popularmente desde sus orígenes, producto de las obras caritativas que hacían las hermanas. Esta denominación se hizo oficial en toda la Congregación a partir del 1° de octubre de 1970.

[5] Cf. “Nuestra Señora de los Dolores en nuestra vida”, pp. 16-17. Colección Providencia.

[6] Memorias Íntimas de madre Bernarda, Primera parte, p.27. Por convento se refiere a la salida de la Escuela de Santa María de Beauce, a cargo de las Religiosas de la Congregación de Nuestra Señora.

[7] Carpeta de “Correspondencia de madre Bernarda con su familia”, Archivo de la Causa de Beatificación de madre Bernarda.

[8] Carpeta de Cartas de madre Bernarda a hermanas 1924-1876.

[9] Cf. “Nuestra Señora de los Dolores en nuestra vida”, p.25. Colección Providencia.


Imagen de cabecera: Madre Bernarda Morin. Archivo Provincial.

 
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