Por Loreto Fernández M. Oficina de la Causa Madre Bernarda Morin. Con especial agradecimiento a Hna. María Elisa Muñoz por su corrección y aportes.
La siguiente es la cuarta parte de un artículo publicado anteriormente sobre la Casa y el Colegio Providencia del Sagrado Corazón de Temuco. Para leer la primera parte, visite el siguiente enlace: Todas las obras son importantes. Para acceder a la segunda parte, ingrese a: “Ñañita, no entendiendo naíta”. La tercera parte se encuentra aquí: Gente de Arauco indómitas, venid aquí ya en paz y al corazón abierto, confiadas llegad.
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Cuarta parte: “Qué tus acciones sean inspiradas en complicidad con la mirada mansa de Dios”
Sor María Julia Munita, superiora de la comunidad el año 1917, finalizaba la cuenta anual de la Casa de la Providencia del Sagrado Corazón con estas palabras: “Sabemos que la Providencia nos ama más que la más generosa de las madres y en esta confianza vivimos y ella nos sostiene siempre firmes y alegres en el cuidado de nuestras queridas mapuchitas; es así que podemos repetir con Sta. Teresa: Al que Dios tiene, nada le falta”[1].
El compromiso de evangelizar se mantuvo intacto a lo largo de los años, como lo demuestra el avance en las obras y particularmente el aprecio generalizado del que gozaban las religiosas de la Providencia. Además de su trabajo en el colegio, internado, dispensario y evangelización en las comunidades, estaban dispuestas a prestar servicios de diversa índole cuando fuese necesario, como en el devastador incendio del año 1908[2], ocasión en que se fue en auxilio de las familias afectadas, quienes entregaron a sus hijos y algunos bienes para poner a resguardo. Dieron alojamiento a algunas familias durante meses y repartieron tres mil pesos de la época entre los damnificados, enviados por la señora Juana Ross de Edwards. Cuando fue necesario, como en los años 1914 y 1932, atendieron “la Olla del pobre” y estaban abiertas a facilitar sus dependencias para actividades parroquiales o de otro tipo, como el establecimiento en la obra de un “Centro de la Institución de Maestras de Chile”.
Las actividades al interior de la obra también iban consolidando la labor educativa. Junto al buen rendimiento escolar, hubo actividades extracurriculares notables, como la banda que se creó para contribuir al esplendor y solemnidad de las fiestas religiosas. El año 1949 tocó para el entonces presidente Gabriel Gonzáles Videla, de gira por el sur del país.
Hubo también momentos emotivos, como la celebración de las bodas de oro de la señora Juana Quezada y el señor Teodoro Schmidt, mamá y papá de Sor Virginia Schmidt, el 7 de enero de 1919, que contó con la presencia de su hija religiosa, la misma que años después fue electa superiora general y durante cuyo mandato falleció Madre Bernarda[3].
La obra entregó muchas y santas vocaciones a lo largo de los años. Una de ellas, Sor María del Pilar Luvecce, heredó el impulso misionero de Temuco y ella misma fue recordada como una mujer apasionada por compartir la Buena Nueva: “Apóstol y misionera incansable, ni su salud, ni sus años, le impidieron salir cada año por los campos y cordilleras, a caballo o en carreta a hablar de su Dios. Su gran espíritu misionero no midió distancias para llegar hasta los más necesitados, porque decía de ellos: estos son los más queridos de mi Padre Dios”[4].
Los tiempos fueron cambiando y presentando nuevos desafíos pastorales. Se consolidó el internado y el colegio. Como en todo proyecto, la obra pasó por momentos muy felices y de expansión. Solo un ejemplo de entre muchos en que las hermanas fueron innovando en actividades pedagógicas: el año 1967, las celebraciones como el día de la directora, día del maestro, día de la mamá, Mes de María y los paseos de fin de año, fueron organizadas por las alumnas. El profesorado tuvo como papel asesorarlas para que ellas realizaran lo que se habían propuesto.
Hubo también penurias, como el terremoto de 1960 que destruyó por completo el edificio del colegio, pero por sobre todo, se mantuvo el amor y el compromiso de las pioneras de esta casa que nació como un voto al Sagrado Corazón de Jesús de nuestra querida fundadora en Chile y que sigue abierta a los desafíos de la hora presente.
Agradecemos a la amorosa Providencia todo el bien que se ha hecho en esta insigne obra y pedimos que junto a las demás presencias de la Congregación en Chile, hagan vida el lema del próximo Capítulo General de las Hermanas de la Providencia: “En una oleada de esperanza, dejamos brotar la vida nueva”[5].
[1] Crónica de Temuco, 1917.
[2] El incendio destruyó la tercera parte de la entonces pujante ciudad de La Frontera. El siniestro comenzó en un local comercial ubicado en la cercanía de la plaza de Armas, La Proveedora del Hogar, en la esquina de Manuel Montt con Prat. De ahí en más el fuego se extendió por un total de entre 25 a 30 manzanas. En total 3.500 personas resultaron damnificadas por el desastre que duró desde el mediodía del 18 de enero hasta casi la medianoche, dejando también a dos personas fallecidas. (Fuente: https://www.soychile.cl/Temuco/Cultura/2018/01/18/).
[3] Madre Virginia ocupó el cargo entre los años 1926 y 1943. Madre Bernarda Falleció el 4 de octubre de 1929.
[4] Necrologías Tomo III, N° 239. Falleció el 2 de agosto de 1983.
[5] El Capítulo General se celebrará en Montreal, durante el mes de julio de 2022. Un Capítulo General es una asamblea donde las religiosas delegadas oran, reflexionan, toman decisiones sobre el futuro de la Congregación y eligen sus autoridades.