Por Loreto Fernández.
La fundadora del Hogar, también llamada Nancy, explica que esto partió con los talleres que daba el padre Sergio Naser(1) en los grupos de auto ayuda, en la capilla Jesús de Nazareth: “Yo tenía una sala que había armado con las cosas de la pieza de mi hijo que me habían matado y ahí nos juntábamos. Acá a Lo Espejo la droga llegó alrededor del año 91. El problema fue que yo tenía a los chiquillos en la plaza, les decía que estuvieran ahí; yo les pasaba la comida y todo lo demás, pero después en la noche quedaban solos. Por eso empecé a buscar hasta que encontré este lugar. Un tiempo me desalojaron. Volví. Hasta que el alcalde me dijo que me tomara todo no más, así que me lo tomé (risas). Esto es del SERVIU y voy haciendo el comodato. Acá no tengo problemas. En la calle la gente me insultaba, me gritaba cosas, porque les estaba quitando la clientela. Yo siento que el Señor está en todo: no falta para comer, no falta nada, todo llega, es vivir un milagro diario”.
Nancy continúa con el relato que describe su misión: “El requisito para que entren es querer, nada más. Este es un espacio de contención, una matriz para nacer. El que viene aquí sabe que se tiene que encerrar, sabe que no puede salir a la calle a vender o a trabajar. El proceso dura más o menos dos años y lo principal para la rehabilitación es la fe”. “La prevención es fundamental, sobre todo en los niños, hoy en día hay mucho que hacer, lo que pasa es que los laicos son medios flojos. No hay gente que se comprometa. Está presente el miedo. Yo me pregunto ¡cómo puede suceder esto! Que personas que tengan hijos y nietos vean que al lado están vendiendo droga y simplemente lo dejen pasar. Si uno les hace frente y empieza a atacar se van a ir a otro lado”, señala con vehemencia.
Uno de los internos es Juan de 31 años. Vive en Lo Espejo y ha estado 15 años involucrado en las drogas. Pasó por varios centros por presión familiar y no duraba más de una semana. Llegó por un amigo y lleva un mes en la casa. “Buena la experiencia” señala, “sirve para pensar harto. Hay que empezar a perseverar. Va en uno nomás salir adelante. Esto es una lucha diaria y cuando uno sale a la calle es otra lucha. Tengo dos hijos que no veo hace tiempo, por ellos estoy luchando y por mí, para volver a formar una familia más adelante si Dios me lo permite y ser la persona que era antes. Quiero salir adelante, ser una persona de bien; no soy una persona mala, pero a veces la droga te lleva a hacer cosas que uno no quiere hacer, pero por las drogas uno las hace. Perdí dignidad, perdí familia. Me tocó vivir en la calle años atrás. Gracias a Dios ahora tengo una familia que me apoya y un amigo incondicional. Ellos están conmigo, me vienen a ver”.
En su trabajo con hombres Nancy se reconoce y dice fuerte. “El hombre es más choro, pero yo no le tengo miedo, lo trato de igual a igual. A los traficantes les digo: ¿y me vai a matar? Estoy aquí po, si querí mátame. Podí matarme… mi carne, mis huesos… pero te voy a venir a penar todos los días”, cuenta entre risas.
Andrés, de 40 años, asistía a diario al comedor Emilia Gamelin. Estaba en la calle y no tenía donde almorzar. “Es bueno ir para allá, el almuerzo es bueno y lo atienden bien, uno se sienta y le dan tecito caliente” señala respecto a esta obra de nuestra Congregación. Respecto a la Casa de Acogida, cuenta que llegó “por un padre que nos dio una dirección. Dijo que había una casa para las personas que quisieran, que se fueran para allá para acogerse del frío, comer y todo eso”. “He pensado mucho en estar con mi familia” agrega, “tratar de cambiar acá, de mejorarme y trabajar, eso es lo que quiero. En esta casa tengo posibilidades de ir a rehabilitación, al consultorio a terapia y un techo donde dormir. Acá me reencontré con mi familia, con mi hermana que no veía hace tres años y mi papá, que estaba contento. Yo les diría a los chiquillos del comedor que también vengan a la casa porque es muy bueno rehabilitarse”.
Finalmente, respecto a las razones para realizar esta bella labor, Nancy nos cuenta: “Yo tomé una opción de vida, es mi opción. Ya crié, eduqué, cumplí. Mis hijos son mayores de edad y yo no voy a criar nietos. Es una opción, una entrega a Dios en cuerpo y alma”.
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(1) Pbro. Sergio Naser, director del policlínico de alcoholismo y drogadicción “Obispo Enrique Alvear”.