Por Centro de Espiritualidad Providencia (CEP).
- Es una espiritualidad relacional, de apertura y cuidado hacia otras y otros:
El descubrir en la propia vida la presencia amorosa de Dios, se expresa en que yo misma/o soy esa presencia amorosa para otros/as, sin excepciones, ni prejuicios.
Esta presencia amorosa es hacia todo el mundo (cuidado de la creación), hacia las personas que me rodean y hacia uno/a mismo/a.
Es una espiritualidad que se nutre en la experiencia de Jesús, el cual en los Evangelios nos muestra relaciones horizontales, relaciones de afecto entre amigas/os. La comunidad es constitutiva de la condición humana, somos lo que somos con otros/as y gracias a otras/os. Desde la fe, creemos que nuestra condición gregaria es fruto de ser “imagen y semejanza de Dios”, que en sí mismo es comunidad, en tanto Trinidad… Dios que no se agota en el solipsismo, sino que se representa en el amor que fluye y se retroalimenta sin fin.
La experiencia de la comunidad se basa en el camino que se va construyendo, de a poco, aceptando los conflictos propios de la convivencia, reconociendo que estamos lejos de reconocernos entre nosotros/as como hermanos/as, como amigos/as y debemos avanzar cada día más para abolir nuestros prejuicios y discriminaciones.
- Es una espiritualidad Cristo-céntrica:
Dios Padre Providente se nos revela en Jesús. Soy Providencia de Dios cuando hago mías las palabras y acciones de Jesús. La práctica de Jesús es la práctica de la liberación, de la vida buena para tosas y todos sin excepción. Donde se dan relaciones de amor, de justicia, de cuidado, de ternura, de solidaridad, se despierta la presencia de la Providencia, la presencia de lo sagrado que nos habita.
- Es una espiritualidad de la libertad, la responsabilidad y la inteligencia:
Dios Providente ha querido hacernos co-creadores/as de un mundo en evolución, en creación continua, donde Su amor me ha invitado a ser parte activa de todo el proceso. Yo construyo y contribuyo a la obra de la Providencia.
- Es una espiritualidad de la confianza:
Ninguna decisión errónea puede cambiar el proyecto amoroso de Dios de vida buena y abundante. Podemos equivocarnos y lo hacemos sin duda, sin embargo, Dios puede transformar aquello de modo tal que todo acontezca para el bien de quienes le aman (cf. R. 8, 28).
(Fragmento de apuntes entregados en el Taller para el Profesorado del Colegio Providencia de Concepción).