Por Hermanas de la Providencia.
Cada familia y comunidad tiene sus propios rituales y festejos que les identifican como pertenecientes a un grupo determinado. Estas son expresiones de pertenencia que afianzan los lazos de unidad y animan a vivir desde valores determinados. Nosotros, como Familia Providencia en Chile, destacamos agosto como un mes especial, en recuerdo del onomástico (20 de agosto) y profesión religiosa (22 de agosto de 1852) de nuestra querida fundadora en Chile: la Sierva de Dios Bernarda Morin. Su temple y accionar fueron de tal potencia, que hasta hoy sus acciones nos inspiran y animan, para seguir a Jesús con la misma fidelidad, fortaleza y fecundidad con que ella lo hizo.
Como un modo de preparar nuestro corazón, una vez más, para acoger las riquezas de su persona, les invitamos a leer testimonios de lo que Madre Bernarda significó para sus contemporáneos:
“Esa anciana venerable que tengo ante mis ojos, representa para mí la viva imagen de la Caridad, el más puro ideal de la moral cristiana. No guardó para sí las rosas de su vida, dejó que otros aspiraran su perfume y dejó que otros libaran en sus pétalos; pero el viento del otoño no las marchitó y hoy día que el invierno ha caído sobre ella, aún esparce a su alrededor un puro y delicado aroma de amor y de bondad. Yo que en estos tiempos de crisis de valores he deseado tanto conocer a un gran hombre, acabo de conocer a una gran MUJER”.
Periodista de El Mercurio, 1925
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“Ella, humilde y recogida siempre, aún en medio de la actividad más sorprendente, de los contratiempos que jamás la abandonaron y de las desavenencias que, como toda alma grande y espíritu emprendedor, hubo de afrontar, consideró como recurso supremo y decisivo el acudir a Dios, que a los santos fortalece e ilumina”.
Oración fúnebre, obispo Juan Subercaseaux.
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“Se ha ido una mujer cumbre que sabía descender por la caridad hasta la miseria humana; un alma nutrida de los Consejos Evangélicos, que amaba entrañablemente a Chile; una excepcional mujer cuya figura elevarán los años al sitio de honor que le corresponde en la historia Religiosa de nuestra América”.
Diario Ilustrado, 1929.
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“No encontramos mayor alabanza con qué honrar su memoria que decir: Fundó la Congregación de la Providencia. Creemos que es el mayor y más merecido elogio de la virtuosa y santa religiosa que consagró su vida entera al alivio de los huérfanos, viudas, enfermos y a todos los que reclamaban la caridad cristiana”.
Obreros de la Sociedad San José, 1929.
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“Elegida para un alto destino; enérgica sin dureza, llena de la humildad cristiana, de amplísima y aguda visión para penetrar los velos del porvenir e investigar los corazones de los hombres, había nacido para ser jefe de muchedumbres, formar almas, desafiar escollos humanamente insalvables y dirigir con mano segura e intrépida la marcha de la Institución que la contó como la genial e insustituible fundadora y como la maestra encargada por la Providencia Divina de enseñar a sus hijas el Evangelio de Jesucristo y amparar en su regazo a los huérfanos, a los menesterosos y a los que sufren”.
Revista Católica, 1929.
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“Mujer de gran carácter, corazón abnegado y personalidad extraordinaria que no conocía el desaliento a lo largo de una vida por demás azarosa y casi centenaria. A lo largo de muchas contrariedades la figura de la Madre Morin se agiganta. No hay un instante de titubeos en las horas de angustias y tremenda prueba, ni una flaqueza en la voluntad siempre erguida. Es un gran carácter, pero sobre todo un gran corazón de religiosa. Una gran correspondencia a la gracia preside su larga vida y da relieve a su difícil y bien lograda obra. Con nobleza se desentiende de lo pequeño para volar a las grandes alturas”.
Jaime Eyzaguirre, Historiador de la época.
Hoy nosotros, sus hijas e hijos de la familia Providencia
le decimos: ¡Gracias de corazón!