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De la Chimba a la Chacra Chacón: La obra de la Providencia se consolida

Por Loreto Fernández M. Oficina de la Causa de Beatificación.

“Los Niños y Niñas sí que son simpáticos e inocentes”

Madre Bernarda a sor Juana Francisca, 27 de octubre de 1892.

El 26 de noviembre de 1854, las Hermanas de la Providencia abandonaron la que hasta entonces había sido su casa en el barrio La Chimba, lugar donde albergaban a los huérfanos que rápidamente empezaron a atender tras su traslado a Santiago luego de su inesperado arribo al país el 17 de junio de 1853.

La casa de la Chimba, ubicada en el sector de Recoleta, fue el lugar donde las jóvenes misioneras iniciaron su apostolado en favor de los expósitos. Así narra madre Bernarda ese primer tiempo: “La divina Providencia nos había constituido madres y sirvientes de estos pobrecitos, cuya existencia es tan triste, puesto que al ver la luz del mundo no encuentran otras simpatías que las de la caridad. Desde entonces nuestra vida se identificó con la suya, llorando nosotras cuando ellos lloran […] Como en toda casa que principia, nos faltaban muchas cosas. Con una cuchara había que dar de comer a diez o doce niños. Se colocaban en medio círculo, sentaditos en el suelo; la Hermana se sentaba en el centro y a cada uno le daba se cucharada o bocadito hasta dejarlos satisfechos. Durante bastante tiempo no había ropa para mudarlos; y las mismas Hermanas, una vez que los acostaban en la noche, se juntaban para lavar toda la ropita. Mediante las hermosas noches de Noviembre, Diciembre y Enero, al día siguiente amanecía bien seca”[1].

La obra de las religiosas estaba siendo llevada de tan buena manera, que el gobierno de la época vio la necesidad de buscarles un lugar más adecuado y empezaron la búsqueda.

Madre Bernarda escribe un hecho relativo a la compra de la  nueva casa, que en la época de los acontecimientos fue considerado providencial, pues cuando el entonces ministro don Antonio Varas en compañía del Sr. José Ignacio Larraín andaban buscando terrenos, uno recordó la venta de la Chacra Chacón, pero consideró que era tarde para visitarlo ese día, momento en que el otro sacó su reloj y lo contradijo diciendo que solo eran las dos de la tarde por lo que siguieron rumbo al lugar, en razón de que el reloj estaba parado y eran más de las cuatro. Cuando llegaron encontraron caballos ensillados y al dueño listo para ir a visitar su terreno; recorrieron toda la chacra y al final de la visita cerraron inmediatamente el trato en setenta y dos mil pesos. Si no hubiesen llegado ese día quizás no habrían podido comprar un lugar tan bien dispuesto, pues el dueño recibió una oferta de veinte mil pesos más, sin embargo, respetó su palabra lo que permitió que se firmara la escritura el 31 de octubre y seguidamente se hicieran los preparativos para el traslado de los huérfanos y las hermanas, quienes partieron ese lejano 26 de noviembre en una procesión encabezada por el Intendente de Santiago, la Ilustre Municipalidad y la Junta de Beneficencia y seguida por toda la sociedad santiagueña.

Partieron a las cinco de la tarde en medio del regocijo de la ciudad que embanderó las calles a su paso y acompañó el trayecto con bandas de música hasta la llegada al nuevo hogar, donde les esperaban las autoridades religiosas, lideradas por el arzobispo de Santiago, Mons. Rafael Valentín Valdivieso, y el obispo de Concepción, Mons. José Hipólito Salas, quien sería durante toda su vida un gran amigo y benefactor de las religiosas[2].

El canónigo don Ramón Valentín García fue el encargado de dar el discurso inaugural que entre otras cosas destacó la entrega de las hermanas: “A imitación del infinito Bienhechor de la infancia y de todas las edades, la Congregación de la santa Providencia se ocupa constantemente en prodigar sus caricias y cuidados a los que tiene en sus asilos y como ha hecho de la misericordia un deber de estricta justicia, no omite sacrificio alguno por el bienestar de los niños confiados a su custodia”[3].

Luego se entonó el Te Deum y se concedió la indulgencia a los presentes, inaugurando de ese modo la historia de la Casa de Huérfanos de Santiago, o Casa Nacional, que se transformaría en una de las obras icónicas y de mayor envergadura en Chile. Ahí funcionó el primer noviciado y por años fue la casa central de la Congregación, antes de que las religiosas se trasladaran al actual Campus Providencia el 6 de febrero de 1885.

La Casa Nacional del Niño creció de tal modo, que algunos años más tarde llegó a ser llamada “la pequeña gran ciudad” por el entonces presidente José Manuel Balmaceda[4].

En un informe de 1924 se daba cuenta de que desde la fundación a la fecha habían ingresado al establecimiento 51.612 niños y que ese año se atendieron a 1.715[5]. Las hermanas se preocupaban de sus necesidades básicas, recreación, educación, incluida la religiosa y la formación para que encontraran trabajo una vez egresados. Las Hermanas de la Providencia eran sin duda las madres para quienes no habían tenido la dicha de ser parte de una familia. Junto a las religiosas había una Junta de Beneficencia con la que se pudo trabajar armónicamente hasta 1939, año donde además de la atención regular, se acogió a infantes damnificados por el terremoto   de Chillán. Así lo narra sor María Virginia Schmidt, superiora local: “Alarmados por tan tremenda desgracia, varios médicos y enfermeras de este establecimiento emprendieron viaje en auto y en góndolas para ir en auxilio de los damnificados […] dos noches consecutivas hubo que trasnochar, pues la llegada estaba anunciada para la 1 y 2 de la mañana. Algunas Hermanas fueron a la estación a esperar a los niños. A la llegada del convoy, Jóvenes de la Juventud Católica se alternaron con las Hermanas para recibir tan preciadas prendas […] Impresionante fue ver llegar a los primeros niños heridos y vendados en brazos de los jóvenes y Hermanas. Inmediatamente se procedió a acostarlos en las camitas que se les tenían preparadas y darles un poco de té y leche caliente”[6].

Las hermanas, muy a su pesar, decidieron dejar esta obra, lo que se concretó el 10 de septiembre de 1941, con la serenidad de espíritu de haberse entregado por completo a las niñas, niños y adolescentes que durante más de ochenta y siete años descubrieron en ellas el rostro de la amorosa Providencia que vela tiernamente sobre todas sus creaturas.

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[1] Bernarda Morín, “Historia de la Congregación” tomo I, 1899 pp. 73-74.

[2] Cfr. Bernarda Morín, “Historia de la Congregación” tomo I, 1899 pp. 80-82.

[3] Bernarda Morín, “Historia de la Congregación” tomo I, 1899 p. 84.

[4] Casa Nacional del Niño B, Archivo Provincial.

[5] “La Congregación de las Hermanas de la Providencia de Chile”, 1925, p.47.

[6] Crónicas Obras cerradas, 1961-1891. Archivo Provincial.


Imagen de cabecera:

Autor: Tornero, Recaredo S., 1842-1902. Propiedad intelectual: Patrimonio cultural común. Tipo: Lámina. Materias: Recoleta (Santiago, Chile) – Obras Ilustradas. Año: 1872. Idioma: spa. Colección: Biblioteca Nacional de Chile. id MC: MC0030498. id BN: 319356. Este documento pertenece al patrimonio cultural común, por lo que puede ser utilizado y reproducido libremente.

 
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