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Hermanas de la Providencia

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Testimonios de Hermanas Jubilares: Hermana Jaquelina Juárez

Por Loreto Fernández – 

«Mi amparo, mi refugio, mi Dios, en quien yo pongo mi confianza».

Sal. 91, 2. 

Hna_Jaquelina_Juárez2La Hermana Jaquelina Juárez es otra de nuestras hermanas jubilares, que tiene la singularidad de ser la única en toda la Congregación celebrando este año sus Bodas de Plata. Respecto a la sensación anímica de este hecho,  comenta que se sorprendió y que fue realmente un decir: “bueno, acá estoy Señor, en este caminar de la vida religiosa en todas las circunstancias de la vida”. “Yo pensaba que era el próximo año, se ha pasado muy rápido el tiempo” cuenta riendo, “en verdad fue una emoción verme ahí celebrando los 25 años”.

En relación a sus motivaciones para entrar a la vida religiosa y particularmente a la Providencia, ella nos responde: “soy ex alumna del nuestro Colegio La Providencia de Ovalle. Participé mucho en jornadas vocacionales, en la parroquia, en el coro y en la catequesis, no así en la pastoral del colegio. Fue desde la parroquia que me encontré preguntándome “Señor, qué quieres de mí”. Lo conversé con unas hermanas en el colegio, pero yo no me sentía tan de la Providencia. Me puse a buscar. Fui a las Paulinas, donde estuve a punto de entrar, a las del Buen Pastor, y así… en cada evento que había en Ovalle nos invitaban a un grupo de los cuales la mayoría hoy está en la vida religiosa o el sacerdocio. Yo busqué un director espiritual y fui muy abierta con él,  le preguntaba de todo: qué era la vida religiosa, las diferencias entre unas y otras. Él fue muy sabio y me dejó buscar. Ahí empecé a participar en los encuentros de la Providencia y con el tiempo él me dice: ¿usted nunca ha pensado en las Hermanas de la Providencia?”. Y yo le respondo: “en verdad no padre”, detalla riendo, “entonces empecé a trabajar con él algunas cosas y acá estoy.”

“He estado muy contenta en la comunidad. He vivido todo un proceso. La vocación también ha madurado” nos sigue contando la Hermana Jaquelina, “las motivaciones por las que entré de amor a los pobres siguen, pero desde una manera más palpable, no esa pobreza etérea, sino esa pobreza que se vive con las hermanas en la casa… el estar más atenta a eso”.

Con su trabajo en la comunidad Bernarda Morín manifiesta que está muy contenta, que ha ido aprendiendo a conocer a cada hermana: “el hecho de ir conociéndolas, visitándolas por las piezas, el conversar con ellas, el ver sus motivaciones a la vida religiosa, el que cuenten que pasó con su vida;  siento que eso me ha hecho crecer mucho con ellas. Yo pensé que me iba a ser más difícil, pero me he ido adaptando a ellas. Por ejemplo, en algo tan práctico y tan doméstico como tomar once a las 4 de la tarde, pero igual aparezco, porque así veo quien llegó, cuanto comió, en fin. Ha sido un cambio drástico porque yo estuve mucho tiempo en Limache con peques y llegar a esta vida más tranquila, diferente, plantearse como tratar a las hermanas también, y eso en un compromiso de trabajo en equipo con el personal, que pasan gran parte del tiempo con las hermanas. Entonces es un ir conociendo a la gente y su trabajo”.

La Hermana Jaquelina ha pasado gran parte de su vida religiosa en el Hogar San Vicente de Paul en Limache, además de breves estadías en la Casa Local y el colegio Santa Rosa. Le preguntamos por el significado de esa obra para ella, ante lo cual responde: “Cuando a mí me dijeron que me iban a cambiar de Limache, donde estuve muchos años,  yo más o menos lo suponía y lo conversé mucho con un cura amigo y fuimos viendo la necesidad de ir haciendo un trabajo de despedida de los lugares y de los niños. Esos  años fueron hermosos, aprendí mucho de los niños, desde los garabatos más increíbles, hasta las cosas más bonitas. Estar ahí junto a los niños, tan chiquitos y vulnerables, fue una experiencia maravillosa pero compleja. Tuve un equipo de trabajo excelente, que se fue haciendo en el camino. Proceso que no fue fácil, donde hubo que ir conociéndose. En el equipo había gente muy buena y comprometida. Entre los apoderados había de todo, hasta los que te decían ‘usted no puede entender porque no ha tenido nunca hijos’. En Limache pasé momentos muy bonitos, divertidos, pero también muy tristes; ahí era la tía madre. Pasé mucho tiempo con ellos y los quise mucho”.

Invitamos a hermana Jaquelina a que rememore su tiempo de formación inicial y entre risas parte con una anécdota de cuando recién llegada le tocó atender las mesas en el comedor. Se acerca  a una hermana y le dice “hermana, se sirve una papa”, y esta le replica, “primero, dígame madre, y segundo, eso no es una papa, es un camote”. Comparte que su primera formadora fue la Hna. Elsa que ahora vive con ella: “eran tiempos diferentes, con una formación diferente, centrada en la importancia del sacrificio. Hubo cosas que me costaron, como el tener que comer lo que no me gustaba, que regalaran algunas de tus cosas o vestirme con ropa de hermanas difuntas, pero no era algo que se cuestionara, se hacía no más. Pensaba: ‘bueno, será así, habrá que pasar por esto’. Se entendía como pobreza, como forma de trabajar la humildad. Hoy no se podría hacer esto con las jóvenes, son otros contextos”.

Respecto a sus percepciones sobre el futuro de la Congregación y de la Provincia comenta: “No lo veo de modo pesimista, pero sí tengo que ser consciente y realista de que estamos viviendo tiempos difíciles como Iglesia. Como Congregación hablamos mucho de lo inter-generacional y esto tenemos que asumirlo y hablarlo más, desde la presencia de hermanas muy mayores y pocas jóvenes, lo que repercute en nuestras obras. Me preocupa que no tenemos hermanas que vayan a servir a las obras y siento que eso es un tema pendiente que tenemos que tratar. Tenemos que sentarnos y dejar que el Espíritu fluya en nosotras e ir soltando, sin abanderizarnos por una obra, escuchar al Señor que nos va hablando, ser conscientes de lo que ya no podemos, pero asumir esto con paz, tranquilas y dándole mayor protagonismo a los laicos. Pero no cualquier laico tampoco, nosotras como Hermanas de la Providencia debemos formar a los futuros directores de obras y de colegios, que concursen, que expliciten sus compromisos y aspiraciones.” La Hermana profundiza este punto compartiendo de su sensación anímica a partir de la clausura del Capítulo Provincial: “Si bien es cierto el Capítulo era para cerrar una aprobación del Directorio Provincial, surgió algo muy bueno, que es hacer un protocolo de procedimientos. Esto habrá que conversarlo mucho, lo que nos ayudará a conocernos más. Siento que será bueno, que es necesario, que estamos en un proceso de ir más a fondo. De seguro lo vamos a orar mucho, contemplar mucho, y siento que tenemos que partir por las comunidades para llegar a algo más concreto como Provincia.”

Le invitamos a que sueñe con algún regalo de jubileo y sin titubear plantea: “me gustaría darme un tiempo de recauchaje personal, de formación, de renovarme en el Espíritu. Gracias a Dios hice un Diplomado de Acompañamiento Psico-espiritual que me ha ayudado muchísimo, pero siento que también como mujer que se acerca a la madurez, es importante tener espacios de formación y compartir para socializar lo que pasa, lo que se siente,  el cómo asumir los cambios… un tiempo profundo de reflexión”.

Para finalizar nos comparte una serie de interrogantes que surgen desde su compromiso con la Iglesia y la misión, desde su vocación en la vida religiosa y su rol en la formación de la Provincia: “estos tiempos de Iglesia han sido duros, hay un gran desafío que tenemos frente a la sociedad, como los temas de abuso y pedofilia. Estas también son cosas que tendríamos que conversar, el qué pasa con nosotras como vida religiosa y estas temáticas, cómo vivimos las Hermanas nuestro ser mujeres, cómo hemos vivido nuestros procesos en el pasado, qué espera la gente de nosotras, nuestro testimonio y nuestro trato, el ver si somos verdaderamente acogedoras de las personas. Siento que tenemos que humanizarnos en la vida religiosa, mostrarnos como somos”.

“Hay otro tema importante”, continua reflexionando la Hermana, “y es  el plantearnos las vocaciones. Tenemos que abrirnos a acoger a mujeres mayores y para eso las comunidades locales tenemos que trabajar. Esto es algo que tenemos pendiente, porque estas mujeres ya no son las jóvenes salidas del colegio: llegarán profesionales, independientes. Rezamos por las vocaciones, en esta comunidad se reza todo el día, pero cuando ya va a ingresar una mujer, ¿qué pasa? ¿Estamos preparadas para recibirla? ¿Qué le ofrecemos desde la riqueza de nuestro carisma y espiritualidad en la realidad de hoy? Tenemos que estar dispuestas a abrirnos a los nuevos desafíos de la vida religiosa o hacia dónde va la vida religiosa”.

 
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