Por Loreto Fernández M. Oficina de la Causa de Beatificación de Madre Bernarda Morin.
“Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia”
San Juan, 10, 10
En Chile se conmemora el 27 de septiembre como el “Día Nacional del Donante de Órganos y Tejidos”, fecha instaurada en memoria de Pamela Toledo Ortiz, una niña de 12 años, quien en vida manifestó la voluntad de donar sus órganos a quien los necesitara y, de ese modo, se transformó en la primera paciente pediátrica donante en Chile.
¿Qué tiene que ver eso con madre Bernarda y con las Hermanas de la Providencia? Mucho, las Hermanas de la Providencia nacieron gracias a la beata Emilia Gamelin para llevar consuelo a los pobres y vulnerables de toda índole y sus hijas han continuado con este legado, detectando las necesidades de diversas épocas y lugares donde han estado presentes. Sus Constituciones lo expresan así: “Comprometemos nuestras vidas para hacer perdurar esta misión de caridad, la cual hace presente a Jesús en el mundo. La Misión de la Congregación es proclamar la Providencia como la presencia amorosa de Dios, activa en nosotras y a través de nosotras, velando sobre el universo creado y atenta a las necesidades de todos”[1].
La Sierva de Dios Bernarda Morin dedicó toda su existencia a cumplir lo que para ella era la voluntad de Dios: “Tener siempre los ojos fijos en nuestro Señor Jesucristo para en todo pensar, hablar y obrar como nuestro Señor Jesucristo lo hacía durante su vida mortal”[2]. Recordemos que siendo muy joven tenía una intimidad tal con Dios, que sentía su voz llamándola a consagrarse por entero como religiosa; en una de esas audiciones sintió que le decía “la medida de tu generosidad será la medida de tu amor”[3]. Vivió y practicó la caridad compasiva y transmitió a las Hermanas de la Providencia en Chile este mismo espíritu de entrega que animó su vocación.
Es posible que a veces queramos ayudar y no sabemos cómo hacerlo; sigamos el ejemplo de la beata Emilia y de madre Bernarda, que supieron escuchar la llamada de Dios en medio de las necesidades que tenían las personas de su tiempo y escuchemos también las necesidades del momento que nos toca vivir. ¡Hay mucho por hacer! Donar órganos, como lo hizo la pequeña Pamela, es regalar vida, haciendo “algo en bien y provecho del prójimo”[4], como tantas veces recomendó madre Bernarda a sus hijas en el pasado.
La doctrina católica apoya decididamente la donación de órganos: “es un acto noble y meritorio que debe ser fomentado como una manifestación de solidaridad generosa”[5]. El papa Francisco expresó al respecto: “Donar significa mirar e ir más allá de uno mismo, más allá de las necesidades individuales y abrirse generosamente a un bien más amplio. En esta perspectiva, la donación de órganos no es sólo un acto de responsabilidad social, sino también una expresión de la fraternidad universal que une a todos los hombres y mujeres”[6].
Invitándoles a sumarse a esta oleada de hermandad, me despido con las palabras de nuestra querida fundadora en Chile: “Queridas hermanas, seamos generosas, aprovechemos el tiempo y la gracia de Dios, porque no sabemos los días que nos restan de vida. Roguemos al Señor nos bendiga a todas y nos conceda la gracia de vivir y morir en su santo amor y servicio”[7].
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[1] Constituciones Hermanas de la Providencia N° 6-7.
[2] Carta a sor María Bernarda, 9 de agosto de 1899, en Correspondencia de Madre Bernarda a Hermanas, Archivo Provincial.
[3] Madre Bernarda Morin, “Memorias Intimas”, parte 3, p.102.
[4] Carta a sor María Elvira, 19 de septiembre de 1910, en Correspondencia de Madre Bernarda a Hermanas, Archivo Provincial.
[5] Catecismo de la Iglesia Católica N°2296.
[6] Papa Francisco, 13 abril 2019.
[7] Madre Bernarda Morin, Advertencias generales, 5 de abril de 1916.
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