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Testimonios de participantes de la beatificación de Monseñor Romero

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Por Hermanas de la Providencia.

Un grupo de nuestras Hermanas y personas cercanas a nuestra congregación fueron testigos de la beatificación de Monseñor Óscar Romero, llevada a cabo en El Salvador el pasado 23 de mayo. Compartimos a continuación algunas de sus impresiones luego de vivir tan importante experiencia:

Vilma Franco, Hermana de La Providencia        

Participar en la beatificación de monseñor Romero fue un hermoso regalo que la providencia me dio. Especialmente encontrarnos en este evento con María Antonieta, Mónica, Margarita, Ana Dolores y las Hermanas de la comunidad en El Salvador, me dio mucha vida.

Para mí el símbolo en el cielo, el halo en torno al sol, justo en el momento cuando se terminaba de leer el Decreto de Beatificación de Monseñor Romero, me hizo sentir las palabras del evangelio donde El Padre Dios presenta a su Hijo al mundo, en el bautismo. Aquí, con este símbolo, Nuestro Padre Providente nos estaba mostrando que estaba recibiendo la vida de nuestro Beato Monseñor Romero y presentandola al mundo. Me sentí llamada como salvadoreña a seguir siendo la voz de los sin voces en medio de todo aquel que me necesite. Y creo que esta invitación es para todo el pueblo salvadoreño. Quiero dar gracias a Dios providente por esta oportunidad de participar en este evento muy significativo, pero también por habernos encontrado Margarita, María Antonieta, Mónica y yo nuevamente en tierra salvadoreña.

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Margarita Hernández, Hermana de La Providencia       

Mi experiencia en la beatificación de Monseñor Romero fue algo impresionante. Aún más el compartir con el pueblo salvadoreño. Para toda Latinoamérica Monseñor Romero ya es un Santo.

Compartir este momento tan importante e histórico para la Iglesia Católica en El Salvador fue para mí una oportunidad de ver el milagro de Dios manifestado a través de  Monseñor Romero y la Iglesia en El Salvador. Muchas veces no hay palabras para describir con más detalles como fue el participar de esta gran revelación de Dios para con su pueblo, porque es una experiencia tan única e histórica para mi pueblo sediento de paz, justicia y misericordia. Más, sin embargo, nunca sin esperanza de algo mejor. Fuerzas unidas jamás serán vencidas, así ha sido la experiencia de mi pueblo, unidos hasta el final. La fe, la perseverancia y el amor a Dios del pueblo salvadoreño es mucho más grande de lo que podamos imaginar.

Durante la celebración pude ser testigo del gran milagro visto por el pueblo, el “halo que apareció en el cielo rodeando al sol”, no hay palabras para describir esa emoción, pero si hay lágrimas y gestos de gratitud por el significado de esa aparición en dicho momento. Lo único que sentí fue un profundo agradecimiento con Dios por estar vivamente presente con mi pueblo sufriente.

Doy gracias a Dios por darme esta oportunidad de estar en este evento histórico y esperanzador para el pueblo de El Salvador, todos sabemos de memoria la frase del padre Ignacio Ellacuría, “Con Monseñor Romero, Dios pasó por El Salvador”. Después de su Beatificación, Dios no solo pasó por El Salvador, sino que se quedó en la Iglesia Salvadoreña. Gracias Dios Providente por estar, y por darnos la fuerza y la perseverancia que tu pueblo Salvadoreño tanto anhelamos.

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Carlos, Sacerdote diocesano Buenos Aires-Argentina

En primer lugar agradezco a las Hermanas de la Providencia esta posibilidad de acogerme en El Salvador, de alojarme en su casa y de integrarme a un grupo con el que compartimos estos días. Quiero destacar la hospitalidad, generosidad y el afecto con el que fui recibido. ¡Muchas gracias!

Lo que aparece con más fuerza es la figura de Romero. Si bien ya lo conocía, en estos días me sentí más cerca de él y, creo, pude comprenderlo un poco más. Daría para hablar muy largo y eso no es posible, por eso me quedo con algunos rasgos de su personalidad. Yo diría que estamos ante una persona extraordinariamente honesta, verdadera y dócil a las mociones del Espíritu. Esto lo fue llevando a un protagonismo que ni él ni nadie hubiera pensado que iba a tener. Frente a una realidad oscura y compleja reaccionó evangélica y humanitariamente, y, ciertamente, valiente. La defensa de la vida frente a tanta muerte, la defensa de los pobres frente a tanta injusticia, la defensa de la verdad frente a tanta mentira, hace de Romero un profeta. Y fue coherente hasta dar la vida. Pero Romero no fue un caso aislado, hubo una gran cantidad de testigos que también dieron la vida por su fe y por amor al pueblo.

En el presente las dificultades sociales continúan, el sufrimiento causado por tantas pérdidas, la falta de trabajo que hace que para muchos la única salida sea la riesgosa emigración a los Estados Unidos, las maras y la violencia, etc. Sin embargo, la gente no pierde la sencillez, la alegría, la bondad y, sobre todo,  las ganas de vivir y de luchar por una vida digna.

Le pido a Dios que estas enseñanzas salvadoreñas las pueda llevar a mi vida, entregándome con más generosidad a Dios y a los pobres.

¡Que Dios las bendiga!

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María Antonieta, Hermana de la Providencia

“En virtud de nuestra autoridad apostólica, facultamos para que el venerable Siervo de Dios, Óscar Arnulfo Romero Galdámez, obispo y mártir, pastor según el corazón de Cristo, evangelizador y padre de los pobres, testigo heroico del Reino de Dios, Reino de justicia, fraternidad y paz, en adelante se le llame Beato y se celebre su fiesta el día veinticuatro de marzo, en que nació para el cielo…”.

Vivir con el pueblo salvadoreño, este reconocimiento público que la Iglesia hace a Monseñor Romero, sigue siendo un privilegio para mí. Haber estado con su pueblo, ha sido una bendición, en la que una vez más pude sentir la presencia de Dios que se sigue manifestando en esta tierra de mártires.

Fue un tiempo de experiencias profundas, de re-encuentros con personas muy queridas, de grandes emociones y de profunda acción de gracias por las personas salvadoreñas que siguen vibrando con el Dios de la Vida, que se hizo presente en la historia de El Salvador, a través de Monseñor Romero.

En su tumba oré por cada una de las personas que hacen parte de mi vida, de manera especial por quienes me pidieron tenerles presente en este momento. Allí junto a San Romero de América, pedí para que nunca olvidemos el amor por las y los pobres.

 
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