Por Loreto Fernández M. Oficina de la Causa de Beatificación de Madre Bernarda Morin.
“…aspiraban a una patria mejor, es decir, a la del cielo. Por eso Dios no se avergüenza de ellos ni de llamarse su Dios, pues Él les preparó la ciudad”
He. 11, 16
Septiembre, mes de la patria en Chile, es un buen momento para reflexionar brevemente junto a nuestra querida Sierva de Dios Bernarda Morin sobre el tema, recordando que ella misma dice que es “patriota hasta la médula de los huesos”[1] y agrega que “no es una virtud olvidar a los parientes y amigos de la Patria”[2]; pues bien, ¿qué será ser patriota? Un fraile franciscano, comparte la explicación que escuchó de un guía en un museo: “Nacemos, crecemos y maduramos en un lugar, en nuestra casa, en nuestro pueblo, en un determinado territorio, en una determinada zona… Es un trozo de tierra que se convierte en nuestra patria. Es aquí donde se desarrolla nuestra vida, donde experimentamos relaciones importantes relacionadas con los padres y la familia, los compañeros, los amigos, los vecinos lejanos y cercanos. Las personas que habitan este pedazo de tierra con nosotros son nuestra nación. De ellos aprendemos la lengua, los valores espirituales, las tradiciones y costumbres; aprendemos sobre religión, historia y cultura. Así pues, podemos decir que el patriota es aquel que ha llegado a amar la tierra en la que nació y creció y se preocupa por su patria”[3].
Disfrutar las festividades patrias, conectar con nuestras raíces, honrar todo aquello que hemos heredado y que nos hace ser quienes somos, valorar nuestras tradiciones, está muy bien, pero se debe conjugar siempre con el recordatorio de que todos los seres humanos compartimos un planeta que no tiene fronteras y que, desde la fe, somos hijos e hijas del mismo Dios, quien en su Providencia vela por toda la creación, sin excepciones ni preferencias. Para quienes seguimos los códigos éticos del Evangelio de Jesús, esto es un elemento de discernimiento esencial, particularmente en un momento de nuestra historia, en que la patria se comparte con personas de diferentes nacionalidades, que han llegado a Chile en busca de un hogar. Al respecto el Concilio Vaticano II, nos recuerda que debemos cultivar “con magnanimidad y lealtad el amor a la patria, pero sin estrechez de espíritu, de suerte que miren siempre al mismo tiempo por el bien de toda la familia humana, unida por toda clase de vínculos entre las razas, pueblos y naciones”[4].
Por último y como lo tenía muy claro nuestra querida Bernarda, todas estas patrias son transitorias, camino a nuestro lugar definitivo: “Para mí Chile está también cerca del cielo como Canadá, y es al Cielo a donde tienden todos mis deseos”[5].
Para finalizar, comparto una anécdota que se dio en el marco de un grave conflicto que vivió la Congregación en Chile y que algunos erróneamente atribuían a diferencias entre religiosas extranjeras y chilenas; el problema era de público conocimiento por la sociedad de la época y en ese contexto, el presidente de la República le preguntó a la señora doña Juana Ross de Edwards, conocedora de la comunidad, cuántas extranjeras había, a lo que ella respondió: “Una sola y es más chilena que las mismas chilenas”[6].
[1] Archivo Centro Bernarda Morin, “Correspondencia de Madre Bernarda con su familia”, a su sobrino Gilberto Lemieux, La Serena, 9 de abril de 1885
[2] Íbid.
[3] Fray Piotr Stanisławczyk en https://www.ofmconv.net/es/patriottismo-e-diversita/.
[4] Concilio Vaticano II, Constitución pastoral Gaudium et Spes, N°75
[5] Archivo Centro Bernarda Morin, “Correspondencia de Madre Bernarda con su familia”, A su hermano, Santiago, 30 de julio de 1868
[6] Cfr. Morin Bernarda, “Historia de la Congregación”, tomo III, p.247
Imagen de cabecera: Composición fotográfica de imagen de Madre Bernarda Morin (Archivo de la Provincia Bernarda Morin) con fotografía de Mark Scott Johnson – https://fbcdn-sphotos-f-a.akamaihd.net/hphotos-ak-ash3/1236685_10201854466343746_1176428103_n.jpg, CC BY 2.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=9788769