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Hermanas de la Providencia

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Saludo de Superiora Provincial en recordatorio de la primera toma de hábito de nuestra Congregación

Por Hna. Ana Teresa Araya, Superiora Provincial.

Superiora“Como el arcángel Gabriel anuncia a María el misterio de la encarnación, igualmente, yo les anuncio en nombre de la Iglesia, que están encargadas del cuidado de los pobres, para ser de ellos verdaderas madres”, con estas palabras Monseñor Bourget exhortaba el 25 de marzo de 1843 a las 7 primeras hermanas que profesaban en nuestra Congregación, entre ellas, Madre Emilia Gamelin.

Sí, el misterio de la encarnación nos ha acompañado desde la fundación, más aún, el misterio de la encarnación explica el sentido de nuestras vidas, puesto que desde la fe, reconocemos a Dios hecho carne en Jesús de Nazaret, nuestro Hermano, Señor y Maestro, en quien descubrimos la amorosa presencia de Dios, que en su Providencia vela por cada una de las creaturas, actuando en nuestra historia personal, social y comunitaria.

El Comité de Laicos Pro Beatifición de Madre Bernarda escogió el 25 de marzo para iniciar sus actividades en nuestra Provincia y con ello, nos invita a poner la mirada justamente en esto tan fundamental para nuestro compromiso con la espiritualidad y el carisma fundacional. Es una invitación a poner la mirada en Dios haciéndose carne en las entrañas de María, con todas sus consecuencias… A partir de ahora, el misterio divino se revela en la simplicidad y humildad de un niño, de todo lo pequeño, lo vulnerable, de todo lo humano; por lo mismo, para encontrarnos con Dios debemos abrirnos a los demás, sentirnos partes y partícipes de todas y de todos, de un modo especial de quienes sufren, porque en ellos está Jesús, nuestra salvación.

Hagamos esto en la misma actitud de María nuestra Madre, permitiendo que lo sagrado nos habite, desde un SÍ, sincero y comprometido. Ella no quiso tener otro proyecto de vida que la voluntad de Dios. Su “SÍ” fue hasta el fin, hasta el pie de la cruz. María, la mujer que mejor conoció, amó y escuchó a Jesús, se reconoce pequeña, experimenta la misericordia de Dios y se deja habitar por Él: “Hágase en mí según tu Palabra”. Pasa noches oscuras de gran sufrimiento, pero camina en la Fe, vive en la Fe, es la peregrina de la Fe, la fuente maternal de la Fe. María, la que sabía guardar silencio: “Hagan lo que Él les diga”, nos regala a Jesús en silencio, en disponibilidad.

Dispongamos nuestro corazón en este sentido y con gozo y esperanza renovemos nuestra consagración bautismal y religiosa, recordando lo que el Pbro. Raimundo Villalón, capellán de la comunidad, decía en esta misma festividad en 1865, a las primeras hermanas que profesaban en Chile: “Vivir todas en perfecta armonía y caridad para que sigáis experimentando que es cosa muy buena y agradable el que los hermanos vivan en unión. Y que esta unión, hermanas mías, que la religión os pide y consagra acá en la tierra, sea el precedente seguro de vuestra unión eterna en el cielo”.

Con afecto sincero y pidiendo para todas y todos la unidad y la paz, me despido con cariño y que Dios bendiga a cada uno y a cada una.

Hna. Ana Teresa Araya M. sp.

 
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