Por Juan Carlos Bussenius, coordinador del Centro de Espiritualidad Providencia.
Al terminar un año y comenzar otro, agradecemos a Dios Providente por su compañía y fidelidad, en estos tiempos revueltos que como país hemos estado viviendo. Nos entregamos a Nuestra Señora de los Dolores pidiendo su amparo, especialmente para los que más están sufriendo hoy. Sentimos a un Dios que nos acompaña inaugurando siempre realidades nuevas, cuajadas de esperanza, en los éxodos que vivimos.
Mirando la realidad, surge con más fuerza que nunca el deseo de contribuir a la obra de la Providencia, desde un cambio espiritual de fondo, no solo desde posturas políticas o sociales exteriores. Nuestra alma y nuestro cuerpo ya no resisten más odio, miedo y violencia. Estamos hechos para amar y, por eso, todo nuestro ser e instituciones se resienten y enferman. Necesitamos restablecer lo relacional y lo comunitario, que es tan cristiano, por lo demás. Urgimos sentir el calor de la amistad y el consuelo de nuestros dolores. El desafío es restablecer los puentes necesarios para re-encontrarnos todos y todas. No olvidemos que nuestra vocación es ser pueblo. Ser comunidad de bautizados, aunque el sistema actual nos lleve al individualismo. Por lo tanto, tenemos que tener presente que todo cambio real estará basado en la interioridad y en la espiritualidad que nos llevará a crecer en lo relacional. No seremos víctimas de los impulsos del momento y construiremos novedades desde la roca firme que significa conocerme y relacionarme. Nuestro urgente “pacto social” necesita un “pacto personal” primero, si no, viviremos solo de los vaivenes de la situación.
La Madre Bernarda Morin expresaba la importancia de la “vigilancia del cultivo de la interioridad para no caer en desórdenes en nuestra vida” (Carta Circular 22). Es la sabiduría del conocimiento personal, en la oración y en el buen acompañamiento espiritual, lo que en estos tiempos de confusión es tarea vital.
Un nuevo año implica comprometerse por erradicar hábitos y actitudes que han llevado a la crisis actual que vivimos. Querer siempre tener la razón en todo, la falta de respeto con la naturaleza, la exclusión, así como la falta de solidaridad con los empobrecidos, nos ha cobrado la cuenta. Es ocasión para mirar con el corazón a los sufrientes de hoy, incentivando creativamente la solidaridad, otro profundo rasgo cristiano.
Un cambio se inaugura cuando somos capaces de desprendernos de cosas que fueron buenas y de ideas que en su día fueron luminosas, pero que hoy han sido superadas y que son incapaces de inspirar nuevos caminos al futuro. La crisis actual necesita de respuestas audaces y nuevas. Volver a empezar y estar siempre abiertos a escuchar, a aprender y revisar. Esto es lo bueno y el desafío al comenzar un nuevo año.
Acabamos el año “maltrechos y desesperanzados, como ovejas sin pastor”. Sin embargo, es ahora cuando tenemos que preguntarnos cuánto estamos dispuestos a rejuvenecer, confrontándonos valientemente con las crisis y buscando nuevos caminos para el encuentro y la relación.
No podemos olvidar a la Providencia, energía que siempre nos acompaña y mueve a la vida a todo el universo. Ella nos habita, nos anima, nos desafía y confiere siempre nuevos sentidos a lo que estamos viviendo. Confiados y confiadas en la Providencia, seguimos construyendo el Reino. ¡Bienvenido 2020!
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Fuente imagen de cabecera: Fotografía por Jude Beck en Unsplash.