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Hermanas de la Providencia

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Casa Provincial:

+ 56 2 2205 5947 comunicaciones @providenciasp.cl

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Terranova 140, Providencia, Santiago, Chile.

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Lunes a viernes de 9:00 a 13:30 hrs. y de 14:30 a 18:00 hrs.

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Pidamos confiadamente la intercesión de nuestra amiga, la Sierva de Dios Bernarda Morin

Por Loreto Fernández M. Centro Bernarda Morin.


No hay persona en el mundo que se baste a sí misma, no hay quien no tenga necesidad; todas y todos, cual más, cual menos, necesitamos condiciones mínimas para vivir y para desarrollarnos de manera digna. Quienes tenemos fe, ponemos en las manos de la amorosa Providencia aquello que precisamos: salud para un ser querido, trabajo, éxito en los estudios, solucionar algún problema, etc. La lista, que puede ser interminable, tiene la virtud de hacernos recordar nuestra fragilidad humana y aceptar confiadamente nuestra dependencia de Dios, creador de todo, Señor del mundo y de la historia, quien nos ha prometido vida buena y abundante, la misma que, con otras palabras, pedimos con nuestras oraciones. Junto a eso, la fe nos entrega la convicción de que Dios nos dotó de la dignidad de actuar por nosotros mismos y cooperar -o retardar- la realización de sus amorosos designios, es decir, nuestras acciones pueden ser la respuesta a las peticiones de otras personas, nuestras acciones nos pueden transformar en el rostro humano de la Providencia[1].

La fe también nos enseña que esta vulnerabilidad que nos impulsa a llamar a Dios para que nos auxilie, es un camino que hacemos en comunidad. La doctrina católica nos invita a reconocer como hermanas y hermanos nuestros a vivos y difuntos, unidos en el insondable misterio salvífico que se nos reveló en Jesús, nuestro amigo, hermano y Señor. De hecho, desde temprano la comunidad cristiana oró por el descanso eterno de los difuntos y a la vez, se encomendó a la intercesión de quienes en vida habían sido ejemplos de compromiso evangélico.

¿Podemos pedir directamente a Dios? Claro que sí, el punto es que como creaturas hechas a imagen y semejanza de la Trinidad, misterio de amor y de comunión, cuando presentamos nuestras necesidades por intermedio de otro u otra de quien tengo la convicción que está junto al Señor, expreso este hermoso sentido de comunidad, de apoyarnos. Así nos lo explica el magisterio de la Iglesia: “Hasta que el Señor venga revestido de majestad y destruida la muerte, le sean sometidas todas las cosas, de sus discípulos, unos peregrinan en la tierra; otros, ya difuntos, se purifican; otros, finalmente, gozan de la gloria, contemplando claramente a Dios mismo, Uno y Trino, tal como es; mas todos, en forma y grado diverso, vivimos unidos en una misma caridad para con Dios y para con el prójimo y cantamos idéntico himno de gloria a nuestro Dios. Pues todos los que son de Cristo por poseer su Espíritu, constituyen una misma Iglesia y mutuamente se unen en Él” [2].

Con esa convicción y del mismo modo que cuando necesitamos un favor se lo pedimos primeramente a las personas cercanas, recurramos con confianza a nuestra querida Bernarda, la Sierva de Dios que con su vida nos mostró el modo de amar a Dios sirviéndole en las personas empobrecidas, para quienes trabajó incansablemente y quienes al momento de su muerte la lloraron como a una madre que pasó por este mundo haciendo el bien. Bernarda es un ejemplo, una figura que nos anima a ser el rostro humano de la Providencia, una amiga querida y una fiel intercesora a quien podemos pedir que presente al Señor nuestras necesidades.

“Las amo de todo corazón y con el mayor gusto hago lo que me permite mi pequeñez, ayudada de Dios, por la santificación y felicidad de mis queridas hermanas”[3]. Apropiémonos de estas palabras de madre Bernarda y recordemos la invitación a recurrir a ella con sencillez y confianza. Seguimos en comunión con ella, que ha sido un regalo de Dios para nosotros.

¡Providencia de Dios, muchas gracias te doy!

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[1] Cfr. Catecismo Universal de la Iglesia Católica, N.º 306.

[2] Concilio Vaticano II, Lumen Gentium N.º 49.

[3] Circulares Generales de madre Bernarda, N.º 2,24 de agosto de 1903


Si desea más información o ha recibido un favor por intercesión de madre Bernarda, comuníquese al correo: centrobernardamorin@providenciasp.cl o al teléfono: +56 9 9905 3152.

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