Por Francisco I.
“…Y qué lindo sería que todos pudieran admirar cómo nos cuidamos unos a otros. Cómo mutuamente nos damos aliento y cómo nos acompañamos. El don de sí es el que establece la relación interpersonal que no se genera dando «cosas», sino dándose a sí mismo. En cualquier donación se ofrece la propia persona. «Darse», significa dejar actuar en sí mismo toda la potencia del amor que es Espíritu de Dios y así dar paso a su fuerza creadora. Y darse aún en los momentos más difíciles como aquel Jueves Santo de Jesús, donde Él sabía cómo se tejían las traiciones y las intrigas pero se dio y se dio, se dio a nosotros mismos con su proyecto de salvación. Donándose el hombre vuelve a encontrarse a sí mismo con su verdadera identidad de hijo de Dios, semejante al Padre y, como él, dador de vida, hermano de Jesús, del cual da testimonio. Eso es evangelizar, ésa es nuestra revolución –porque nuestra fe siempre es revolucionaria–, ése es nuestro más profundo y constante grito.
Dos principios para ustedes consagrados y consagradas: todos los días renueven el sentimiento de que todo es gratis, el sentimiento de gratuidad de la elección de cada uno de ustedes, –ninguno la merecimos–, y pidan la gracia de no perder la memoria, de no sentirse más importante.
Primero, el servicio. Dios me eligió, me sacó ¿para qué? Para servir. Y el servicio que me es peculiar a mí.
Servicio, mézclalo con lo de gratuidad y entonces… aquello de Jesús: «Lo que recibiste gratis dalo gratis». Por favor, por favor no cobren la gracia; por favor, que nuestra pastoral sea gratuita. Y lo segundo, es el gozo y la alegría. Y es un regalo de Jesús, es un regalo que Él da, que Él nos da si se lo pedimos”.