Por Gerardo Cortés, presbítero, miembro del equipo del Centro de Espiritualidad Providencia (CEP).
Recogemos, a la luz de los acontecimientos experimentados en la vida de madre Bernarda, los signos de Dios que manifiestan y hacen fecundo el carisma de la Providencia y que se han hecho vida en todos sus hijos e hijas a lo largo de la historia. De esta manera, compartimos la misión y carisma de Dios en la vida de cada uno de nosotros.
Si bien es cierto que desde la llegada de las Hermanas se produce un clima de mucha alegría en la sociedad chilena y en la Iglesia, esto no estuvo exento de dificultades, propias de un comienzo en la construcción de la obra de Dios. Aun así, Madre Bernarda nos enseña un camino de fidelidad y entrega sin miedo a la misión a la que el Señor nos ha llamado.
Ella siente que viven aisladas de la iglesia chilena – propio del celo de mantener su identidad en el contexto de la mentalidad de la época- . Sin embargo, Madre Bernarda se entusiasma y se llena del “espíritu chileno”, tantas veces despreciado por sus Hermanas, y así, cuando todas se van, ella se queda y se hace una más entre las hijas de este pueblo.
Madre Bernarda logra mantener el carisma original propio y a pesar de las múltiples dificultades con sus compañeras que vuelven a su patria, y con la misma claridad propia de los santos, permanece atendiendo las obras, viendo que la causa de la Iglesia está en juego. Por estas obras lucha y se compromete desde una confianza en la Divina Providencia a toda prueba.
Madre Bernarda nos habla: “Ahora sólo quedamos nueve hermanas de la Providencia en Chile y podemos decir que somos las más incapaces y las más desprovistas de talentos de quienes componían nuestra pequeña comunidad. Sin embargo, por los cuidados extraordinarios que nuestro venerable arzobispo nos ha prodigado, él y los superiores inmediatos que su S.E. ha elegido, creemos que podemos conservar las tres casas de la Congregación establecidas en Chile. Sin duda, debemos trabajar más que nunca, pues nos es penoso abandonar a nuestros pobres. Todas mis compañeras están llenas de coraje y quieren libremente y con todo su corazón consagrar su descanso y su vida entera según nuestra santa vocación al servicio de los más pobres” (carta de Sor Bernarda a Monseñor Ignacio Bourget, obispo de Montreal en su calidad de fundador de la congregación, 17 de marzo 1863).
En este sentido, la figura de madre Bernarda y tras ella toda la Congregación de la Providencia, se yergue como un símbolo de una iglesia al servicio de los pobres, del testimonio de la caridad dinámica y como una pedagogía hacia los huérfanos, que termina por triunfar a pesar de toda las contradicciones y dificultades vividas.
Los valores que constituyen la identidad de las y los Asociados Providencia, siguiendo el ejemplo de Madre Bernarda, es renunciar a los halagos del mundo por cuando nuestra felicidad la ciframos en nuestro servicio y consagración a Dios, sirviendo a los huérfanos y desvalidos, o en las distintas realidades donde nos toca vivir y servir.
Esta espiritualidad de la alegría y de la esperanza se manifiesta en un trabajo arduo impregnado de amabilidad confianza en Dios Providente.
(La precedente reflexión fue entregada durante un encuentro de formación de nuestr@s Asociad@s Providencia realizado el 27 de septiembre de 2014).
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