Por Juan Carlos Bussenius, coordinador del Centro de Espiritualidad Providencia.
Normalmente en esta fecha correspondería un artículo sobre las vacaciones, sin embargo, son tiempos extraños y desconcertantes, como un día de verano, donde puede desencadenarse una tormenta. El contexto social que vivimos en Chile es complejo, con una sensación de no saber que puede acontecer. La sequía, los altos calores y las continuas jornadas de protesta social configuran un malestar. Todo se trastoca y vemos señales inquietantes. Intimida la llegada de marzo, aunque estamos recién acercándonos a febrero que, se supone, es un tiempo normal de descanso. Con todo, la esperanza y la confianza están presentes, como la fresca brisa que igual acontece en esta época.
La Espiritualidad Providencia tiene el permanente desafío de profundizar la mirada en los acontecimientos para descubrir la manifestación de Dios. Se trata de no quedarse solo en la apariencia exterior, muchas veces manipulada y apasionada, conforme a intereses que no son ciertamente evangélicos. Un ejercicio de reflexión y de oración, teniendo en cuenta a los empobrecidos, nos ayudará a sondear lo que la presencia de la Providencia hoy nos desea comunicar. Una vital labor de discernimiento para estos convulsionados tiempos. Es importante descansar, para los que podemos hacerlo -ya que han sido tiempos muy duros y necesitamos mucha energía para el año- pero también el reposo puede ser un tiempo para esta misión.
Nos preguntamos: ¿Cuál puede ser mi aporte, como seguidor(a) de Jesús, para el encuentro y el diálogo, frente a un país (comunidad, familia, trabajo, etc.) polarizado? ¿Cómo construir una nueva iglesia? ¿Cómo cuidar mi alma y mi cuerpo frente a tanta violencia? ¿Cómo y de qué manera puedo ser solidario con los que siguen sufriendo hoy? ¿Cómo cuidaré mis sentidos de la violencia y el miedo ambiental? Son algunas preguntas, pero, obviamente según mi situación y donde me encuentre, surgirán muchas otras más. Se trata de encontrar respuestas concretas, aunque sean pequeñas, pero que procuren y mantengan la voluntad de cuidarnos en estos complejos momentos. Decisiones que las podamos evaluar en la oración, el compartir comunitario o familiar y en un acompañamiento espiritual. A pesar de todo, ser sanos como personas y creyentes es una opción, suceda lo que suceda. Nos cuidamos no solo por responsabilidad personal, sino también porque tenemos que mantener un aporte lúcido y evangélico frente a todo lo que acontece. Estamos encontrando la presencia de la Providencia que siempre nos invita a la plenitud de la vida, dando y recibiendo amor. Su misterio se realiza al encontrar (y ser partícipe) de las adecuadas respuestas para nuestra vida concreta.
Madre Bernarda decía: “Oremos, y oremos no de cualquier manera. Oremos con la íntima y profunda convicción de la necesidad que tenemos que Dios misericordiosamente nos asista con sus divinas luces y gracias para, en asuntos tan importantes, poder conocer y cumplir su santa y adorable voluntad” (carta Circular 19, 1913). Este tiempo es el momento para examinar la voluntad de la Providencia y prepararnos para el año. No lo desaprovechemos. Las tormentas de verano nos harán prepararnos y cuidarnos para cuando vengan las poderosas del invierno.
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Fuente imagen de cabecera: Fotografía de Xavier Teo en Unsplash.