“Eres Mesías: enviado del Padre, eres la promesa cumplida;
Tú, Señor, das vista a los ciegos y das a los muertos la vida” (2)
Por Loreto Fernández M. Oficina de la Causa de Beatificación de Madre Bernarda Morin.
Vivimos, sin duda, en contextos socio-culturales muy diferentes a los de nuestras fundadoras Emilia, Bernarda y Joseph. Las formas devocionales de ellas respondían al modo como los creyentes expresaban su fe y religiosidad, en un mundo donde todavía la experiencia cristiana era significativa y con un fuerte peso social, al menos en los ambientes en que ellas llevaban a cabo su misión. Hoy en día, por un cúmulo de acontecimientos que se vienen gestando desde hace larga data, vivimos en un mundo mayoritariamente secularizado, donde Dios no es el centro de la existencia colectiva y, muchas veces, parece también ausente de los espacios cotidianos de convivencia. Sin embargo, los creyentes sabemos que Dios sigue vivo en medio nuestro, actuando, acompañando, sosteniendo, aunque en los escenarios de incertidumbre donde nos movemos no se haga evidente su presencia.
Sí, las formas cambian, pero el misterio de la Providencia Divina desde donde somos, nos movemos y existimos, es el mismo ayer, hoy y siempre. Las Hermanas de la Providencia históricamente han vivido una espiritualidad práctica, en movimiento; una espiritualidad que busca mostrar el rostro amoroso de Dios vivo, presente en Cristo resucitado, desde una caridad compasiva y una solidaridad profética con los empobrecidos de este mundo.
En el caso concreto de la Sierva de Dios Bernarda Morin —uno de los referentes del catolicismo social en Chile a fines del s. XIX y principios del s. XX— la capacidad de disponerse junto a sus hermanas a servir ahí donde la necesidad no se hace esperar, de manera flexible y constante, es fruto de su fe profunda en Jesucristo, presencia viva que la anima en todo momento. Madre Bernarda una y otra vez repetirá que “Jesucristo es el modelo que debemos tener siempre a la vista”, que “en la cruz se encuentra la vida y todos los bienes” y que “gran deseo es ofrecer a Nuestro Señor Jesucristo el mejor hospedaje posible en este templo y mejor todavía en nuestros corazones que son suyos”. Llama a sus hermanas a “dar todo vuestro corazón a nuestro Señor Jesucristo, amadle con sinceridad y con toda la capacidad de vuestro ser. Si la divina Providencia permite que en el curso de vuestra vida religiosa tengáis que sufrir grandes tribulaciones estimaos dichosas de acercaros y asemejaros en algo a vuestro adorado Esposo Jesús”.
La vida y obra de sor Bernarda son ejemplos de que la resurrección de Cristo se actualiza en todos aquellos que se dejan transformar por la fuerza revitalizadora de la Buena Nueva, mostrando el rostro de Dios, como una realidad buena que renueva la existencia personal y colectiva.
Pidamos la intercesión de nuestra querida madre Bernarda, para que sigamos la llamada de encarnar humanamente la Providencia y que este sea nuestro testimonio ante el mundo, de que Cristo ha resucitado.
- Todas las citas textuales han sido tomadas de la correspondencia de Madre Bernarda Morin guardada en los Archivos Provinciales.
- Extraído del poema “Nombres de Cristo”, Esteban Gumucio sscc, 1996.
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