Por Centro de Espiritualidad Providencia.
María, modelo de la Iglesia y de l@s cristian@s, vivió de manera ejemplar la confianza en la Providencia, principalmente como Nuestra Señora de Dolores.
Al mismo tiempo, como Virgen Misericordiosa y Compasiva, colaboró – como nadie – a hacer presente el amor del Padre junto al dolor humano.
En este mes de la patria, ¿qué podrá aportar María a Chile, en esta hora de decisiones y cambios tan trascendentales? Si cristian@s que se han comprometido, ante su conciencia y la historia, a infundir en las nuevas leyes y estructuras de su patria el alma de su fe, nos preguntan cómo han de ser esas leyes y esas estructuras para poder llamarse verdaderamente cristianas, ¿qué deberíamos nosotr@s responder?
En el “Magníficat”, María nos ha legado el más hermoso testimonio de su fe en el Dios Providente. Allí Ella canta al Dios presente en medio de la Historia de su Pueblo.
Te presentamos a María como:
- Modelo de Confianza:
Una vez que comprende cómo se armonizan los mensajes de Dios para con ella, su Sí confiado brota espontáneamente. En todo este proceso, María se muestra asombrosamente madura y serena. Se da tiempo para reflexionar y analizar lo que se le propone. Su “Sí” no brota de la emoción del momento ni de una confianza sentimental e infantil: es fruto de una lúcida y libre decisión de fe.
- Instrumento de la Providencia:
María sabe que su historia personal – porque obedece también a un plan misericordioso del Dios Providente– deberá necesariamente pasar por esa cultura del dolor, donde siempre culmina la manifestación de la misericordia del Padre a la humanidad. María se identifica con el grupo humano marcado por el sufrimiento, pero, también por las más asombrosas manifestaciones de amor que Dios hace en su favor.
- Señora de la Compasión:
En el Calvario, María se vuelve así Madre de un nuevo tipo de compasión: de la que sabe descubrir en cada dolor humano una prolongación del dolor de Dios, del que sufrió Jesús. Ella es también modelo de esa nueva misericordia. María nos enseña una nueva compasión que nunca puede ser “externa”, porque nos revela que todo dolor humano es también nuestro, porque es dolor de Cristo, dolor de nuestro Dios, que completa su pasión en tod@s nosotr@s. María nos ayuda a estar junto al pobre, al hambriento, al enfermo, al encarcelado o sediento, brindándole el mismo tipo de apoyo que Ella prestó a Jesús: el que conduce a decir ¡Abbá!
Haciendo presente el mensaje de María, y sus características, les invitamos a que nos demos un tiempo y recojamos nuestras experiencias de vida en pos del bien de nuestr@s herman@s, especialmente del que más sufre.
Comienza siempre tu jornada rezando un avemaría:
Dios te salve, María,
llena eres de gracia;
el Señor es contigo;
bendita Tú eres
entre todas las mujeres,
y bendito es el fruto
de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios,
ruega por nosotros, pecadores,
ahora y en la hora de nuestra muerte.
Amén.