“Vivamos muy unidas en el corazón de Nuestra Señora de Dolores”
Sierva de Dios Bernarda Morin
En nuestro país, el Mes de María es celebrado cada año entre el 8 de noviembre y el 8 de diciembre, fiesta de la Inmaculada Concepción. Esta bella y popular devoción mariana fue iniciativa de monseñor Joaquín Larraín Gandarillas, justamente como preparación espiritual para celebrar dicha solemnidad eclesial. Recordemos que monseñor Larraín, quien fue un personaje destacado en la historia de la Iglesia chilena, tuvo un fuerte vínculo con las Hermanas de la Providencia, pues fue nombrado por el arzobispo Rafael Valentín Valdivieso confesor de la comunidad el año 1862 y al año siguiente, su delegado como superior eclesiástico. De él madre Bernarda escribió: “era un hombre excepcional por sus grandes cualidades de carácter, ciencia y virtud […] de modales distinguidos, todo en él revelaba dignidad. Era ejemplar de abnegación y piedad, modelo de sacerdote y Obispo venerable…”¹. Agradezcamos entonces a este venerable prelado por todo lo que hizo en favor de la Congregación y también por legarnos una práctica religiosa que sin duda ha sido fuente de bendiciones para el Pueblo de Dios.
Cuando hablamos de la Virgen María, sabemos que a lo largo de la historia ha recibido diferentes nombres o advocaciones, relacionados con alguno de sus atributos específicos o localidades donde se es venerada por algo en especial: La Virgen de Lourdes, de Guadalupe, del Carmen, etc. Sabemos también que indistintamente de cómo la nombremos, siempre estamos hablando de la misma persona, de María de Nazareth, la que aceptó ser la elegida para dar vida al Mesías, la madre de Jesús, la que está junto a su hijo en unas bodas, al pie de la cruz y tras la resurrección acompañando a las y los discípulos en Pentecostés. La que cambió pañales, enseñó a caminar a su hijo y lo acompañó durante toda su vida terrena. María, la mujer que gozó, sufrió y amó, la que se perfila con nitidez en el Magníficat: “Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones. Porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos…” (Lc. 1, 46-53). La que sigue acompañando el peregrinar de la Iglesia, siendo su ejemplo y un signo vivo de esperanza y consuelo para la comunidad.
El Mes de María es esa tradición que año a año nos invita a reconocer en la madre de Jesús a nuestra propia madre y el modelo de Iglesia que estamos llamados a ser, en perfecta unión con su divino Hijo². Para las religiosas, Asociados Providencia, colaboradores y cercanos a la Congregación de la Providencia, María es Nuestra Señora de los Dolores. La Beata Madre Emilia Gamelin encontró en la Virgen de Dolores una presencia permanente, su compañera de viaje y constante consuelo. Por su parte el fundador, monseñor Ignacio Bourguet, les recuerda a las religiosas que son “Hijas de Nuestra Señora de los Siete Dolores” y que esta es una devoción esencial para ellas³. En sus actuales Constituciones, las hermanas expresan que su vida apostólica está animada en “la fe profunda, la plena confianza en la Providencia y el amor compasivo inspirado en Nuestra Señora de los Dolores”⁴.
Dispongamos nuestro corazón para imitar a nuestra querida Virgen María bajo el nombre de los Dolores, que nos sumerge en el misterio de la fe, desde una caridad compasiva y una solidaridad creativa y profética con las personas empobrecidas de este mundo.
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¹Morin, B. “Historia de la Congregación de la Providencia” III, 1913, p. 142.
²Cf. Lumen Gentium N° 63.
³Cf. Nuestra Señora de los Dolores en nuestra vida, Colección Providencia, p. 13 y 17.
⁴Constituciones de las Hermanas de la Providencia N° 4.
Imagen: Virgen de la Casa Provincial de las Hermanas de la Providencia. Fotografía cortesía de Daniel Vásquez.