Por Loreto Fernández M. Oficina de la Causa de Beatificación de Madre Bernarda Morin.
Desde el año 2001, en Chile se conmemora durante agosto el “Mes de la solidaridad”. Ya desde 1994 se celebraba el “Día de la Solidaridad”, el 18 del mismo mes, fecha del deceso del sacerdote Alberto Hurtado, quien falleció el año 1952 y fue la segunda persona en Chile en ser declarada santa por la Iglesia católica, el año 2005. Recordemos que nuestra primera santa es Teresa de Los Andes, cuya canonización fue en 1993.
En una feliz “coincidencia”, agosto también es un mes singular para la familia de la Providencia en Chile, quien ha reservado agosto como “Mes de la Providencia”, por dedicarse en este tiempo a hacer memoria agradecida de nuestra querida Sierva de Dios, Bernarda Morin, especialmente el día de su onomástico el 20 de agosto, fecha que la Congregación reserva para estos homenajes desde el año 1938.
Podemos seguir haciendo paralelos entre ambos, pues el santo religioso jesuita y la Sierva de Dios, Hermana de la Providencia, comparten el ser representantes de lo que se conoció como el catolicismo social en Chile. Como muy bien lo explica el historiador Fernando Aliaga[1]: “Una de las características propias de este grupo de apóstoles sociales, de inicio de siglo, …es que optan por promover una serie de iniciativas sociales, inspiradas en el humanismo cristiano y sostenidas por el ‘catolicismo social’, en favor de los necesitados… En este sentido, la figura de Madre Bernarda y tras de ella toda la Congregación de la Providencia, se yergue como un símbolo de una Iglesia al servicio de los pobres… Más aún, al sobrevenir los nuevos tiempos en que las ideas sociales van triunfando, en un clima de autonomía secularizada, se consolida el reconocimiento a la labor de la Providencia, por cuanto su servicio es a la persona del niño por encima del credo de su familia y de su posición social. Esta labor de solidaridad tiene como símbolo a Madre Bernarda, que aparece como el gran apóstol, que dialoga con los líderes de las diversas tiendas políticas, sin exclusiones, y a todos compromete en la solidaridad. Estilo de apostolado social, a favor del necesitado, que llega a imponer su validez, en momentos en que la relación entre la Iglesia y el Estado busca un nuevo modelo de convivencia”[2].
Alberto y Bernarda serán, cada uno desde sus ámbitos de acción, promotores de la encíclica Rerum Novarum[3], que da origen a la doctrina social de la Iglesia. San Alberto se preocupó especialmente de los obreros y sus derechos sindicales y la Sierva de Dios la incorporó en sus prácticas, como ejemplifica en una de sus circulares a las superioras: “En cuanto a aquellos a quienes se les retribuyen sus servicios, no se debe abusar de su confianza y buena voluntad, sino que se les debe pagar religiosamente lo que en la época vale su trabajo, a fin de que, al dejar sus empleos, no consideren a la Comunidad deudora de sus sudores, penas y trabajos”[4].
Otra de sus preocupaciones compartidas es el tema de la infancia desvalida; mientras el santo sale a buscar personalmente a los niños abandonados a su suerte en la ciudad, la Sierva de Dios lleva décadas junto a sus hermanas instaurando una pedagogía del amor hacia los huérfanos, buscando su dignificación: “La divina Providencia nos había constituido madres y sirvientes de estos pobrecitos, cuya existencia es tan triste, puesto que al ver la luz del mundo no encuentran otras simpatías que las de la caridad. Desde entonces nuestra vida se identificó con la suya, llorando nosotras cuando ellos lloran. Día y noche nos ocupamos, en la medida de nuestra pequeñez, en su educación física, moral y religiosa, sin pretender otra alegría ni otro descanso que verlos felices, contentos y aprovechados”[5].
Tienen pues estas y otras similitudes, porque en lo esencial son almas gemelas, que se han enamorado de Dios y la caridad de Cristo los urge (II Cor. 5, 14). Que quienes leemos esta breve nota del Mes de la Solidaridad, también nos transformemos en personas que buscan encarnar el Evangelio, recordando que:
Jesús, no tienes manos. Tienes sólo nuestras manos para construir un mundo donde reine la justicia.
Jesús, no tienes pies. Tienes sólo nuestros pies para poner en marcha la libertad y el amor.
Jesús, no tienes labios. Tienes sólo nuestros labios para anunciar al mundo la Buena Noticia de los pobres.
Jesús, no tienes medios. Tienes sólo nuestra acción para lograr que todos seamos hermanos.
Jesús, nosotros somos tu Evangelio, el único Evangelio que la gente puede leer, si nuestras vidas son obras y palabras eficaces.
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[1] Doctor en Historia de la Iglesia, biógrafo de madre Bernarda.
[2] Aliaga, F. “La entrega sin retorno”, 2002, p.243.
[3] Encíclica del papa León XIII promulgada el 5 de mayo de 1891, que aborda la situación de los obreros y busca desde la doctrina católica, dar respuesta para que los trabajadores puedan tener una vida digna.
[4] Morin B., “Circulares a las superioras”, 1937, Circular N°4, 19 de mayo de 1913.
[5] Morin, B., “Historia de la Congregación” tomo I, p. p.73-74.
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