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Hermanas de la Providencia

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Sierva de Dios Bernarda Morin

De Venerance a Bernarda

Por Loreto Fernández M. Oficina de la Causa de Beatificación de Madre Bernarda Morin.


El 21 de noviembre de 1850, la joven Venerance, que había ingresado seis meses antes a la naciente Congregación de las “Hijas de la Caridad Siervas de los Pobres”, conocidas popularmente como “Hermanas de la Providencia”, recibía su hábito de novicia y el nombre de sor Bernarda.

No fue fácil llegar hasta ese punto, a pesar de que desde niña vivió íntimamente unida a Dios, como ella misma expresa en sus “Memorias Íntimas”[1]:“entendía quizás mejor que ahora, que me hallaba en el mundo solo para amar, servir y glorificar a un Dios tan bueno” y que quienes la conocían veían sus virtudes y su vocación para la vida religiosa, como lo dijo una de las hermanas de la “Congregación de Nuestra Señora”, al momento de despedir a Venerance cuando esta dejaba el colegio. Ya entrada en la adolescencia, empezó a disfrutar de los bailes y la vida social y aunque en sus reflexiones la vida religiosa estaba presente, sintiendo que Dios la llamaba para sí, pensaba que ese estado de vida era en extremo difícil y por lo mismo, se resistía a dar el sí.

Una vez resuelta a seguir su vocación, a solicitud de sus padres debió esperar seis meses antes de viajar a Montreal para ingresar al convento, aceptar el dolor de separarse de su familia que amaba entrañablemente y luego adecuarse a un estilo de vida que no le fue nada fácil. Sin embargo, esa entrega generosa a la amorosa Providencia que marcó toda su existencia, la llevó a ser la mujer plena que supo amar y servir, dejando una huella profunda hasta hoy. Hoy recordamos con gratitud a la joven novicia que se trasformó en la entrañable madre Bernarda.

Con el pasar del tiempo, la Iglesia ha ido madurando el sentido de la vocación, entendiendo que no hay una, sino muchas formas de vivir el Evangelio con radicalidad, de encontramos con Dios, que es nuestro principio y nuestro fin. Como bien lo expresara madre Bernarda: “La vocación es un secreto entre Dios y el alma. Toda la felicidad consiste en comprender bien este secreto de Dios y en seguirlo fielmente” [2].

En el hoy de nuestra propia historia y con las circunstancias que nos rodean, bien vale la pena responder la pregunta que la querida Sierva de Dios le hiciera por carta a una de sus sobrinas: “¿Qué te diré sobre tu vocación? Ora, escucha la inspiración divina y tendrás la seguridad de cumplir la voluntad de Dios” [3].


[1] Archivo Centro Bernarda Morin. Manuscrito inédito, escrito por orden de su confesor, el Pbro. Raimundo Villalón.

[2] Archivo Centro Bernarda Morin, “Correspondencia de Madre Bernarda con su familia”, a su sobrino Gilberto Lemieux, Santiago, 17 de mayo de 1892.

[3] Archivo Centro Bernarda Morin, “Correspondencia de Madre Bernarda con su familia”, a su sobrina Venerance, Santiago, 30 de mayo de 1884.

Imagen base de cabecera: Archivo de la Provincia Bernarda Morin. Hermanas de la Providencia.

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