Por Loreto Fernández.
«Habiendo amado a los suyos, los amó hasta el extremo» (Jn. 13,1)
Cada renovación del calendario nos invita también a renovar nuestros buenos propósitos de buscar formas de vivir que nos hagan más felices a nosotras/os mismas/os y a las/os demás. El año nuevo es, de este modo, un incentivo a seguir caminando con esperanza, alegría y renovada confianza, porque es verdad, todo cambia y muchas veces de manera tan vertiginosa que no siempre alcanzamos a adaptarnos todo lo bien que quisiéramos.
Sin embargo, tenemos la convicción de que en este bello tramado de la vida, en medio del acontecer cotidiano, personal, comunitario, social y cósmico, todo es dirigido por la tierna Sabiduría de Dios, que nos ama sin límites y camina en el devenir de las cosas.
Por eso acogemos con fe los cambios, los grandes y los pequeños confiadas/os en que así, caminando, abriéndonos a la novedad, nos dejamos trasformar por la acción del Espíritu Santo que hace nuevas todas las cosas.
Como Provincia Bernarda Morin estamos experimentando algunos de esos cambios: En diciembre ha iniciado su trabajo de acompañamiento el nuevo equipo de liderazgo provincial, encabezado por hermana María Antonieta Trimpay; seguramente y en pos de la fidelidad a la misión, algunas hermanas mudarán de ministerios y labores; habrá personas que se van y otras que llegan entre el personal y los/as colaboradores/as que trabajan junto a las religiosas; el edificio del Provincialato, que en el pasado albergó en uno de sus pisos a las hermanas del Consejo Provincial, será destinado íntegramente a oficinas que ayuden a desarrollar de mejor manera el trabajo y el servicio a toda la Provincia… y seguramente habrá otros cambios, esperados o repentinos, que nos traerán duelos, nostalgias, hasta inseguridades, pero que finalmente nos recordarán que la Providencia de Dios vela tiernamente sobre nosotras, como nos decía Madre Bernarda y que, por lo mismo, podemos confiadamente decir: Providencia de Dios yo creo en Ti, espero en Ti, te amo con todo mi corazón y te agradezco por todo lo que haces y velas por mí.
Que la celebración del año de la Misericordia, nos anime en todos los buenos propósitos del nuevo año y nos enseñe a caminar haciendo caminos; pues sí, cambia, todo cambia, sostenido siempre en lo único inmutable: el entrañable amor de Dios para con todas/os y con todo.
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