A continuación podrás conocer el testimonio de la hermana María Antonieta Trimpay, encargada de JPIC y miembro del Comte. de Formación Permanente, sobre su experiencia en el Programa de Adiestramiento para Formadores, llevado a cabo en Guatemala.
Compartiendo la Vida en Guatemala
Vivir la experiencia del Programa de Adiestramiento para Formadores (PAF), fue un hermoso tiempo en el que gocé el don de mi vida y la vida de mis compañeros-compañeras.
Siendo de 19 nacionalidades, y de los cinco continentes, pudimos compartir nuestros procesos de crecimiento humano-psico-espiritual e histórico de manera profunda, en un espacio en el que nos sentimos seguras y en confianza, el cual fuimos construyéndolo juntos-juntas, día a día.
En Enero cuando iniciamos el Programa, se nos invitó a sentirnos caravana, es decir, saber que no estábamos solas en este caminar. El grupo se constituyó en el gran terapeuta, donde se compartió la historia sagrada de cada uno, de cada una.
En un ritual maya, se dijo que iniciábamos un ciclo de nuevas experiencias. Por ello se nos invitó a pedir permiso al lugar donde llegábamos, para poder habitarlo.Este lugar se fue convirtiendo en nuestra casa, en donde convivimos intensamente, compartiendo la comida, limpieza de la casa, deporte, celebraciones eucarísticas y de cumpleaños.
Allí realizamos talleres de crecimiento tanto humanos, psicológicos, espirituales e históricos, tales como: Taller de sueños, Eneagrama, Taller de crecimiento en el que profundizamos en nuestro manantial y tocamos nuestra herida y vulnerabilidad, Somática, Ecología, Realidad y Análisis social, Acompañamiento espiritual y humano, entre otros. Todo ello con la finalidad de conocernos profundamente para ser hombres y mujeres integradas, comprometidas con la VIDA y con los valores del Reino.
Durante todo este proceso, un miembro del Equipo de Acompañantes del PAF, fue nuestro compañero de ruta. En los primeros tres meses el acompañamiento fue semanal y en el mes de retiro ignaciano fue diariamente.
El grupo de vida designado al inicio del programa, fue otro espacio para compartir la vida y ayudarnos mutuamente.
Ir a un apostolado los días Sábados con niños-niñas pobres, me permitió conocer y estar en contacto con la realidad guatemalteca.
Compartir la Misión de Semana Santa en un departamento indígena de Guatemala, me dio la posibilidad de acercarme más a la riqueza cultural de este país.
Fueron muchos los dones y bendiciones que experimenté durante estos meses en esta tierra de mártires, como monseñor Romero de El Salvador y monseñor Geraldi de Guatemala, pastores que dieron su vida por la defensa de los más pobres y que fortalecen mi compromiso por y con el Reino.
Cuatro meses que me llenan de gratitud tanto a Dios, a las hermanas que posibilitaron el que yo pudiera ser parte de este programa y a los, las compañeros con quienes nos arriesgamos a confiar compartiendo nuestras vidas humanas y divinas.
Con gratitud en la Providencia,
María Antonieta Trimpay
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