18 de julio de 2016 – Los primeros días de junio se le dio la bienvenida a nuestra Hermana Marta Alvear, quien llegó desde Guatemala luego de haber estado cuatro meses en el Programa de Acompañamiento y Formación del Instituto Centroamericano de Espiritualidad. Este programa tiene una perspectiva que aborda la antropología, la psicología, lo espiritual y lo social. Ello, desde 18 talleres, 1 seminario y 1 mes de ejercicios espirituales.
Con hermana Marta ya son cinco las Hermanas de nuestra Provincia Bernarda Morin que han experimentado este proceso. Para nuestra Hermana Marta, sería bueno que todas las Hermanas que han participado se juntaran, para reforzar y apoyarse y “seguir siendo testimonio de lo vivido, porque el manantial de agua viva se puede otra vez ir ensuciando. Hay que tratar de evitarlo y ser testimonio. Si yo digo que soy consagrada de la Providencia y no soy Providencia, no soy compasiva y uso lo que me han dado de responsabilidad como poder, no estamos respondiendo a nuestra llamada. Hay muchas cosas que se pueden hacer en diálogo, en discernimiento, como se está haciendo ahora, en una búsqueda común; yo estoy abierta a apoyar en lo que sea”.
Les dejamos el resto de su testimonio acerca de lo vivido, que con sencillez y humildad nos compartió:
“Andaba en la búsqueda de tener un tiempo sabático después de mi paso por Concepción y luego, acompañando en Santa Rosa a Cecilia Díaz (Hermana Cecilia Días, sp, RIP) hasta que murió. Después de su muerte, sola en esa comunidad, todo esto se me juntó. Dejé el duelo a medias y en enero hablé con Hermana María Antonieta quien me invitó a darme este tiempo en Guatemala. Ella hizo las gestiones y así llegué a este programa que es internacional, para estar con 57 compañeros/as de 19 países diferentes, de todos los continentes, así que viví una riqueza intercultural enorme.
El primer mes está centrado en el conocimiento personal, para reconocernos queridos, purificados y perdonados. Haciendo procesos en comunidades de vida de siete personas, con un/a acompañante. A mí me toco Estela, religiosa argentina. Nos levantábamos a las 6 de la mañana, teníamos cuatro talleres por día y todos hacíamos aseo, turnándonos en diversas tareas de la casa. Ese mes sentía que me iba redescubriendo a mí misma y conociendo de la realidad, como se desarrolla; todo lo que se hace lleva a ir creando lazos y reafirmando la comunidad de vida. Hay personas que llegan muy heridas por sus historias sociales y familiares. Todo el tiempo que estuve ahí agradecí la familia que tuve, porque descubrí la grandeza de una familia que te respeta y te da cariño. Lloré mucho, porque te llegan al corazón las historias de las personas mientras hacemos el proceso de “sacar para afuera.
El segundo mes es de psicología. Se ven heridas, sombras, traumas y hay dinámicas para sacar para afuera. En este tiempo yo venía arrastrando un duelo y muchas veces lloraba en el grupo. Le conté lo que me pasaba a una hermana asesora; ella me mostró una silla y me dijo ‘ahí está Cecilia, dile todo lo que tengas que decirle’. Yo llorando le dije todo y después la hermana me dijo ‘hazle una carta’. La hice. La tenía en mi cómoda con la foto de Cecilia y ahí empecé a sanar, no a olvidarla, porque no la voy a olvidar nunca. Oro por ella, pero ahora puedo hablar con libertad de Cecilia; antes la nombraba y me pasaba todo lo que le pasa a una cuando alguien se va, porque con 54 años de amistad es parte de tu familia. Bueno, todo este tiempo es un recorrer tu historia en todas sus dimensiones, desde cuando se es un bebé.
El tercer mes es una visión histórico-antropológica del lugar donde estamos, de los pueblos originarios, de conocer sus ritos. Nos llevaron a Antigua y con cinco personas de mi comunidad fuimos a Quiché, que queda al norte, hacia la montaña, donde toda la población es maya y hay una pobreza suma. Ahí se me desarrolló esa ternura que me dijeron en Guatemala que tenía y ayudé mucho a las ancianas y a las mujeres, que son muy sufridas, golpeadas, abandonadas con sus hijos. Agachan la cabeza y yo las ayudé a levantar la cabeza y a los niños a seguir estudiando, porque llegan a la enseñanza básica y se van al campo, a las minas, al mar, a donde sea para buscar unos pesos para comer. Son familias muy cariñosas y claro, cuando tú terminas ese tercer mes estás plena y el cuarto mes viene el Espíritu con los ejercicios espirituales, en un cuerpo que está preparado ya con todo lo vivido, un manantial de agua limpia.
Mi acompañante Agustín, jesuita argentino, fue fantástico. Nunca antes había hecho un mes de ejercicios, al principio me costó, pero después fue un descubrir cosas maravillosas en el Evangelio. Me enamoré de Dios Padre, pues cuando era joven me enamoré de Jesús en los pobres, en lo que me enseñaban Guadalupe San Miguel sp y Tere Rubio sp cuando era estudiante, y aquí me encontré con un Dios Padre amorosísimo y también me enamoré de la Virgen, que la tenía, pero aquí la descubrí como mujer, eso a mí me dio vuelta todo el retiro.
Después hay un proceso de discernimiento y de cierre. Al final yo puse un lema: Amar y vivir en Cristo y gracias a Dios. Fruto de eso voy a donde siento que el Señor me llama hoy a proclamar el Evangelio, el Reino y estar más cerca de los que necesitan”.
Le damos una cariñosa bienvenida a hermana Marta y agradecemos a Dios que el fruto de su discernimiento, en un espíritu de diálogo, ha sido acogido por el Equipo de Liderazgo Provincial. Ella estará misionando en el Colegio SSCC de La Serena y siendo parte de la comunidad religiosa de Ovalle.