Por Loreto Fernández M.
“Hasta su vejez yo seré el mismo, y los apoyaré hasta que sus cabellos se pongan blancos. He cargado con ustedes, y seguiré haciéndolo, los sostendré y los libertaré.”
Is. 46, 4
Cuando pienso en la misericordia se me agolpan en el cuerpo imágenes, sensaciones y recuerdos asociados a experiencias cotidianas, donde he podido experimentar la ternura de otros seres vivos… familiares, amigas/os, animalitos, compañeros/as de trabajo, hasta personas extrañas, con la que nos hemos hermanado por un momento. Sin embargo, por estos días lo que evoco casi inmediatamente, es la presencia cariñosa de las Hermanas de la Comunidad Bernarda Morin. La mayor parte de ellas muy ancianas y por lo mismo, conviviendo día a día con la enfermedad y los achaques propios del paso del tiempo. Algunas, padeciendo enfermedades dolorosas que han mermado parte de sus facultades y, sin embargo, cada una de ellas presente como testimonio vivo del amor de Dios hecho carne.
Tres de aquellas hermanas, María de la Paz, Escolástica y Juana María, celebran este año 60 años de vida religiosa, otro tanto hacen hermanas María de San Pedro y María Ruth, que festejan 70 años como Hermanas de la Providencia, a las que se suman otras 7 religiosas que festejan bodas en la Provincia Bernarda Morin: María Angélica (Bodas de Oro), Lucila, Gladys, Teresa del Niño Jesús, Teresa del Carmen y María Teresa (60 años), finalizando con hermana María Concepción y sus flamantes 75 años de vida religiosa.
Estas mujeres, hijas espirituales de Madre Emilia, Joseph y Bernarda, han tenido existencias fecundas, sacando adelante, en medio de dificultades, obras y proyectos que han ido consolidando el accionar de la Congregación en esta parte del mundo. Junto a ello, sus vidas han sido un signo de la Providencia para un sinnúmero de niñas/os, jóvenes, ancianas/as, personas de todas condiciones, particularmente necesitadas, que agradecen el cariño, consuelo, compañía y tanta vida que les supieron brindar.
Hoy desde su estadía en la Comunidad Bernarda Morin, cada una de ellas, a su manera, sigue dándose, sigue compartiendo y sirviendo con generosidad, mostrando en el día a día la humildad, simplicidad y caridad que fielmente siguen manteniendo.
A cada una de ellas: Cristina, Carmen, Cheila, Juana María, Graciela Aguirre y Graciela Iñiguez, Loreto, San Pedro, Inés, Ruth, Clara, Paz, Escolástica, María Teresa, Mónica, Evangelina, María Adela y Marta, gracias de corazón, por enseñarnos con su vida lo que es la Misericordia.
Comparto algunas de las reflexiones de las Hermanas de la Comunidad Bernarda Morin ante la pregunta de cómo ellas han experimentado la misericordia de Dios:
“Increíble… de apoco lo he hecho por el bien de los niños y las personas… por supuesto Dios ha sido misericordioso.”
Hna. María Teresa, 52 años de vida religiosa.
“Con mucho agradecimiento, el Señor es demasiado bueno; aunque nosotros seamos malos, Él nos espera.”
Hna. Ruth, 75 años de vida religiosa.
“Hay que tener fuerza, ver, aceptar cosas… orar, todo el tiempo yo acá hago oración”.
Hna. Carmen, Congregación de Hermanas Verónicas.
“En mi casa cuando era chica me puse a pintar la casa con mi papá y me caí de una escalera. Me pegué en la cabeza y no me paso nada; cuando me vieron en el hospital apenas tenía un puntito de sangre y quedé bien. La misericordia de Dios me salvó (sonríe)”.
Hna. Graciela Iñiguez, 59 años de vida religiosa.
“He vivido la misericordia de Dios feliz toda mi vida, con mi papá y mi mamá cariñosos, luego acercándome a la Iglesia, trabajando de joven con los franciscanos y ahí yo quise ser monja… una noche, mientras era postulante pensé en irme al otro día para mi casa sin decirle a nadie y esa noche soñé con la Madre Bernarda y me quedé…”.
Hna. Loreto, 62 años de vida religiosa.
“Desde niña mi padre me quería mucho y me enseñaba mucho, de ese modo me mostraba la misericordia. Después con interrogantes desde la fe cuando estudiaba servicio social en la Universidad, donde también aprendía qué es ser misericordioso. También en la Acción Católica que estaba muy marcada por la figura del padre Hurtado, donde nos hablaban de la compasión, de la caridad. Donde estuve entregué misericordia: En la Pastoral Social en 3 Zonas de Santiago, en los colegios, donde me acercaba a las niñas que se veían con más dificultades, con los desamparados, con las niñas de la Casa de la Providencia, en las misiones que hicimos en la IV Región, en la Araucanía… yo viví y gocé la misericordia. Ha sido acción del Espíritu Santo todo esto, la Trinidad, la Virgen y San José… todo ha sido de Dios…el ahora es de Dios, no de uno, hay que recordar y buscar a Dios”.
Hna. Juana María, 60 años de vida religiosa.
“El regalo de la vocación, este llamado, ha sido como una demostración de la misericordia de Dios conmigo; yo era una niña común y corriente, sin deseos de ser monja, pero en un grupo de piedad que teníamos en el pensionado, mientras era estudiante, fui dándome cuenta, a pesar de que al principio no tenía mucho entusiasmo ni ponía cooperación, de que el Señor me llamaba; yo sentía que Él quería que me consagrara.”
Hna. San Pedro, 70 años de vida religiosa.
“En cama no podía ni hablar, pero Dios me sostenía. Es muy grande lo que tengo adentro y no puede salir afuera, pero siento… a pesar de no poder hablar como quiero, solo lo justo y necesario, siento y aprendí humildad”.
Hna. Evangelina, 62 años de vida religiosa.
“En cada confesión siento una paz tremenda, siento que me quieren, me quedo en paz. Siento que el Señor me pregunta ‘¿Te quedas contenta?’ Y puedo responder: ‘sí Señor, te amo y siento que Tú me amas’. Es como esa canción: ‘Que detalle Señor has tenido conmigo, cuando me llamaste, cuando me elegiste, cuando me dijiste que Tú eras mi amigo, que detalle Señor has tenido conmigo…’”
Hna. Clara Estay, 62 años de vida religiosa.