Por Gisella Beiza, directora del Jardín Infantil Providencia de Valparaíso y Amiga Providencia. Colaboración coordinada por la Oficina de la Causa de Beatificación de Madre Bernarda Morin con ocasión del fallecimiento de la Sierva de Dios, ocurrido el 4 de octubre de 1929.
El 4 de octubre de 1929 la primavera ya comenzaba a dar sus primeros cálidos rayos de sol y en Santiago de Chile se despedía a una de las mujeres más queridas y admiradas de la época: Madre Bernarda Morin. Su partida dejó una huella profunda en la sociedad chilena y los periódicos se hicieron eco del sentimiento generalizado de pesar y reconocimiento. Al día siguiente, La Nación destacaba en sus páginas: “El fallecimiento de Sor Bernarda se produjo tranquilamente… de una vida de esfuerzo, de abnegación y amor a sus semejantes” (La Nación, 5 de octubre de 1929).
Aquellas palabras resumían el modo en que la sociedad veía su trayectoria: una existencia consagrada a servir a los demás, marcada por la fe, la compasión y la entrega. El mismo diario la recordaba como fruto de “una vida de esfuerzo, de abnegación y amor”, una frase que se convirtió en reflejo del sentir colectivo hacia ella.
La noticia de su muerte generó consternación entre la Congregación de las Hermanas de la Providencia y entre todos los chilenos, que reconocían con cariño su labor incansable por los pobres y necesitados
La prensa resaltaba que su acción no conocía distinción de clases ni credos, pues veía en cada persona la dignidad de hijo de Dios y el deber de ayudarlo.
El pueblo la reconocía como una verdadera madre: cercana, humilde y con un rostro que transmitía serenidad y consuelo. A su funeral concurrieron multitudes, participando de estas célebres obras fúnebres en su honor desde autoridades hasta gente común que había recibido directamente el fruto de su generosidad. La prensa escribió que Chile entero estaba de duelo, porque se iba una mujer que había entregado más de setenta años de servicio a esta tierra.
La importancia de Madre Bernarda no radica únicamente en las obras materiales que fundó, sino en el espíritu de caridad y compromiso social que supo despertar en los demás. Ella representó un modelo de vida que invitaba a mirar más allá de las diferencias, a trabajar por el bien común y a recordar que el amor al prójimo se demuestra con hechos concretos.
Hoy, al conmemorar su fallecimiento, evocamos esas palabras escritas en 1929: “una vida de esfuerzo, de abnegación y amor”.
Madre Bernarda Morin sigue siendo para Chile un faro de fe, esperanza y servicio, en especial para los que somos parte de la gran familia Providencia.
Imagen de cabecera: Fotografía del funeral de Madre Bernarda Morin. Archivo de las Hermanas de la Providencia Bernarda Morin.