Por Hermanas de la Providencia.
Hoy las Hermanas de la Providencia de la Provincia Bernarda Morin se encuentran presentes en Chile y Argentina, y a su misión en los Ministerios de Educación, Acción Social y Pastoral Parroquial se han sumado Asociad@s Providencia, trabajador@s, amig@s y colaborador@s, que caminan buscando hacer vida la caridad compasiva y la solidaridad profética con los pobres, desde la cercanía de la amorosa Providencia de Dios y la compañía de la Madre de los Dolores.
Desde la fe creemos que todo es un don y que la fecundidad de hoy ha sido posible gracias a la visión de nuestras fundadoras, que fieles al querer de Dios, permitieron que en la ciudad de Montreal, en 1843, se fundara a las Hijas de la Caridad, Siervas de los Pobres:, Instituto erigido por Monseñor Ignacio Bourget, obispo del lugar, inspirado en la magnífica obra de caridad y servicio social, liderado por la Sra. Emilia Gamelin, viuda que luego sería parte de la naciente comunidad y su primera superiora, y que hoy, reconocida por la Iglesia como Beata, intercede por nosotr@s desde el cielo.
La llegada a Chile y posterior establecimiento de las Hermanas, fue muy singular, puesto que de regreso a Canadá, tras una fallida fundación en Oregón, la que más tarde fue posible gracias a otro grupo de religiosas de la Providencia, recalaron el 17 de junio de 1853 en Valparaíso, donde tanto las autoridades civiles como religiosas las recibieron como un regalo de Dios, puesto que necesitaban con suma urgencia alguna Congregación que pudiese hacerse cargo de l@s niñ@s huérfan@s que hasta la fecha andaban a su suerte.
Madre Victoria Larocque (Superiora), Sor Amable Dorión, Sor María del Sagrado Corazón Bérard, Sor Dionisia Benjamina Worwoth y nuestra querida Madre, Sierva de Dios, Bernarda Morín, fueron las Hermanas que reconocieron, en esa coyuntura, la llamada del Señor a servirle tan lejos de su tierra natal, siendo a los pocos años Madre Bernarda la encargada de llevar adelante esta obra y multiplicarla bajo la consigna de que la Caridad de Cristo nos urge.
Reflexionemos:
¿Qué sentimientos despierta en mí esta lectura?
¿A qué me anima, en qué me interpela, a qué me llama?
Oremos:
Pidamos a la amorosa Providencia de Dios, que nos abra también a tener una vida plena y llena de sentido, dándonos un corazón generoso capaz de amar y servir:
Providencia de Dios, yo creo en Ti,
Providencia de Dios, yo espero en Ti,
Providencia de Dios, yo te amo con el corazón,
Providencia de Dios, yo te agradezco por todo lo que haces y velas por mí. Amén
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