El siguiente texto corresponde a la presentación del Sr. Juan Carlos Bussenius, coordinador del Centro de Espiritualidad Providencia, realizada en el conversatorio organizado por JUPIC de Conferre, el pasado 29 de mayo.
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“Caminamos sobre una delgada capa de hielo”.
Angela Merkel, canciller alemana.
Caminamos…
Todos y todas caminamos en estos momentos sobre una delgada capa de hielo. Andamos más rápido, más lentos, más seguros, inseguros, a tanteos… con una sensación de abismo mortal que está debajo nuestro. Es un caminar con permiso para equivocarnos, para llorar, para descontrolarnos, para sentir a Dios a veces tan cercano y veces tan lejano, pero hay que seguir marchando. ¿Cuánto tiempo llevamos circulando en medio del confinamiento? Ya se me perdió la cuenta. Se instalan extremos, como la prudencia angustiosa que dice que hay que desinfectar hasta los afectos; o el desparpajo, como las fiestas clandestinas de estos tiempos. La locura siempre puede estar a la puerta. Con todo, se impone la fragilidad y el desconcierto, como un barro que queda pegado en nuestros pasos pequeñísimos de hoy, pero tan cansadores. Es que, aunque normalicemos, este tiempo es lo más bizarro que quizás hemos vivido, con toda su cuota sombría que los medios se encargan de resaltar, como una danza macabra.
En estos tiempos, la percepción de nuestro cuerpo ha cambiado, el que por las premuras de la cotidianidad antes de la pandemia quizás ignorábamos o no le hacíamos tanto caso. Antes, no nos quedaba otra que tirar para adelante a pesar de tantas depresiones. Estamos sintiendo hoy nuevas sensaciones, molestias, dificultades, limitaciones que antes, quizás, no teníamos. Es que no estamos hechos para estar encerrados y con tantas nubes oscuras en el horizonte de nuestras familias o comunidades. En estos tiempos caminamos con hermanos, compañeros, amigos, esposos, familiares que se pueden hacer extraños, desconocidos, incluso odiados… que al rato, a los días, volvemos a reconocer en el amor y en la fraternidad. También caminamos con una nueva percepción del tiempo, a veces tan igual, repetitivo, monótono, como una nota musical que se ha pegado. Con los ojos cansados de tantas pantallas, ansiando regresar a ver la realidad de la vida.
Lo importante es que al caminar sobre una delgada capa de hielo puede aparecer una nueva conciencia, inaudita como un rayo de luz en una noche oscura. Comienza a destilarse nuestra humanidad, revestida de divinidad. Esto nos da fuerzas para este caminar. Los nuevos tiempos pueden ser de sueños y de deseos, aunque el sendero sea tan difícil. Nos puede dominar la esperanza que, por todo lo vivido, nos lleve al rescate de nuestra esencia humana y de fe, que siembre aceptación y encuentro. ¿Cómo lo haremos? Al menos ahora, hay que pensar, reflexionar, orar pidiendo a Dios que nos haga discernir sobre nuestra misión para lo que vendrá.
Por una delgada capa de hielo…
Tenemos una relación umbilical (como dice Leonardo Boff) con la naturaleza. El hielo, en esta imagen, es cada vez más líquido, más frágil y se está rompiendo, ya que no resiste el peso de nuestra barbarie explotadora. No podemos separar la pandemia de lo que ha sucedido con la tierra. No sabemos todavía el origen del COVID-19, pero cuando hay una ciencia cautiva de un mercado, todo puede suceder al manipular la vida. Hoy tenemos una capa delgada de hielo bajo nuestros pies porque no la hemos cuidado, calentándola peligrosamente. Ahora, paradojalmente, estamos en una tregua, resistiendo… pero no sabemos hasta cuándo. Esperamos que este tiempo nos abra a la sensatez, como el último tiempo de espera. Somos testigos, pero también protagonistas de lo inaudito con esta pandemia, al no ser conscientes que el sustento de la vida la hemos malgastado y dilapidado. Tenemos mucha inspiración para jugarnos por la preservación de nuestra casa común, donde el papa Francisco ha sido tan sugerente, pero: ¿cómo lo hacemos? Que estos tiempos nos den inspiración para hacer acciones concretas y desde ya denunciar y orar por la preservación de nuestro planeta.
No puedo terminar sin expresar que en estos tiempos tocamos el agua congelada, usando la imagen, con el grito de los empobrecidos de nuestro país. Aquí el problema mayor no es el virus, sino la miseria y la pobreza de base. Mañana, aunque esperemos que no, podría ser un terremoto u otra tragedia, y los empobrecidos siempre perderán. Que esta pandemia sirva para socavar las bases de la desigualdad y crear o recrear otro sistema económico. Necesitamos una sociedad, como también dice Leonardo Boff, con un consumo sobrio, frugal y solidario, pero ¿cómo la hacemos y qué necesitamos realizar en estos momentos?
Finalizo expresando que caminar sobre una delgada capa de hielo debe concluir con una tremenda lección de humanidad y de fe. Habrá un antes y un después, confiando que no queremos ni deseamos regresar a la normalidad de antes: sería un fracaso. Se nos abrirá cuando terminemos una gran oportunidad, quizás la única que tengamos, para diseñar otro planeta y otra manera de enfrentar los dinamismos del espíritu. Lo importante es que en estos tiempos complejos se asoma el anhelo profundo de lo divino, como sed ineludible del hombre y de la mujer. Desde aquí habrá que estar atento para ayudar a sintonizar desde una espiritualidad, pasadas nuestras vergüenzas y desalientos, que nos desafíe a soñar por otro mundo, país, Iglesia, con los horizontes de todas las creencias.
Por ahora, a seguir caminando con la destreza del amor y de la justicia, conservando, anhelando y recreando relaciones, despertando profetismo, para que la lección de caminar sobre una delgada capa de hielo no se nos olvide nunca. Diremos: “sobrevivimos para crear otra manera de estar en esta tierra”. Un nuevo génesis. Este será el nuevo sentido.
A continuación puedes escuchar el audio de esta presentación:
Fuente imágenes:
- Fotografía de cabecera por Marian Kroell en Unsplash.
- Fotografía en artículo por Louis Maniquet en Unsplash.