Por Loreto Fernández M. Oficina de la Causa de Beatificación de Madre Bernarda Morin.
Al conmemorar ciento setenta años desde la providencial llegada de las religiosas de la Providencia a Chile, es posiblemente que la gratitud sea el sentimiento que mejor expresa el ánimo de quienes estamos involucrados de una u otra forma en la misión de Congregación. ¡Y es que hay tanto que agradecer, que la enumeración resultaría interminable!
Religiosas, colaboradores, bienhechores y amigos, comprometidos en diversos grados y momentos de esta historia de amor, han permitido que el carisma y la misión de las Hermanas de la Providencia se exprese por medio de la caridad compasiva y la solidaridad creativa y profética con las personas pobres.
Nuestra gratitud va dirigida de un modo especial a la Beata Emilia Gamelin, cuya obra en esta parte del mundo floreció de la mano de su fiel discípula, la Sierva de Dios Bernarda Morin, la compañera más joven de las misioneras: Victoria, Amable, Sagrado Corazón y Dionisia Benjamina, que un lejano 18 de octubre de 1852 salieron de Canadá.
Hoy nos queremos detener justamente en Bernarda, la joven religiosa, apasionada por Dios y fiel a su consagración como Hija de la Caridad, Sierva de los pobres1: “Nuestro tiempo está consagrado a Dios y a los pobres”2 . Ella es en justicia reconocida como la fundadora de la Congregación en Chile. Su presencia dejó huella en quienes le conocieron y sus palabras y acciones han trascendido la historia, manteniendo viva la devoción por una mujer extraordinaria, que sigue siendo inspiración para las generaciones presentes.
El año 1929, a pocos días de su muerte, el presbítero Francisco Donoso escribía para referirse a madre Bernarda: “Queda la obra viva, mientras las manos que la cultivaron, heladas ya, estrechan el crucifijo de la muerte.
Quedan para Chile los frutos de una vida casi secular; en ellos queda el cariño de esa alma a nuestra tierra, amor evangélico multiplicado en obras de caridad, de instrucción y de amparo, a lo largo de toda la República”3.
El año 1932 y con motivo de conmemorarse el centenario del natalicio de madre Bernarda, el Diario Ilustrado, en una extensa nota de prensa, menciona diversos aportes a la Iglesia, de la futura Sierva de Dios4; destaco dos de ellos: “Se entrega por completo a recomponer el espíritu religioso del Instituto de las Hermanas de la Providencia, procurando cultivar una total fidelidad al carisma fundacional de Madre Emilia Gamelin. Se dio la misión de suscitar, en las diversas comunidades de la Providencia una gran mística, fruto de una espiritualidad que unía el cultivo de una intensa vida interior con la entrega plena al servicio de los pobres, esto es, reaviva el carisma de ‘sirvientes de los pobres’ […]. El segundo aporte que regaló a la Iglesia chilena fue esa especial pastoral social que ejerció hacia los huérfanos, los ancianos y los enfermos pobres. Su amor solidario, a la luz de la fe que ve en el pobre a Cristo y por ende reconoce en ellos su dignidad, se rebeló en contra de ciertas usanzas chilenas propias de la época, como era el que las familias podían ir a retirar a los niños más crecidos para trabajos domésticos, pero lo hacían como si seleccionaran un animalito. Ella se constituyó en defensora de los niños, así llamados ‘huachos’, luchó contra las autoridades de la Sociedad de Beneficencia y se las ingenió para humanizar el trato que la sociedad les daba. […] Su pedagogía fundada en el amor y en la amabilidad se manifiesta en el hecho que cambió la denominación de ‘Asilo’ por el de ‘Casa de la Providencia’”5.
El centenario de la Congregación en Chile también fue momento para recordar a la querida fundadora: “La Rvda. Madre Bernarda, según el parecer común de cuantas personas la conocieron, era una mujer extraordinaria en talento y virtud; la mujer fuerte y varonil que supo librar a su Congregación y afrontar penas y contradicciones sin desfallecer jamás.[…] su vida entera fue un acto de caridad continuada; todo, en la Rvda. Madre Bernarda, revelaba su profundo anonadamiento ante la majestad infinita de Dios. A menudo inflamada en santo ardor decía ‘¡Quién como Dios!’. Ella, siempre humilde y recogida, aun en medio de la actividad más sorprendente, en medio de los contratiempos que jamás la abandonaron y de las desavenencias que, como toda alma grande y espíritu emprendedor hubo de afrontar, consideró como recurso supremo y decisivo acudir a Dios […] ¡17 de junio de 1853! ¡Bendito día en que el frágil velero ‘Elena’, arribó a nuestras playas, trayéndonos el tesoro de este gran corazón!”6.
A estos sentidos homenajes se han sumado otros tantos a lo largo de los años; les invito a que nos adhiramos, pidiéndole a madre Bernarda que interceda por todas y todos nosotros ante la amorosa Providencia y nos anime a vivir el Evangelio con la misma generosidad y alegría con que ella lo hizo.
¡Providencia de Dios, muchas gracias te doy!
1 La Congregación “Hijas de la Caridad, Siervas de los Pobres”, fue fundada por el obispo de Montreal, Mons. Ignacio Bourget, el 29 de marzo de 1844, con el fin de perpetuar las obras de caridad de la viuda Emilia Tavernier-Gamelin, beata de la Iglesia desde el año 2001, quien también fue fundadora del naciente Instituto y su primera superiora.
El nombre “Hermanas de la Providencia”, con el cual llegaron a Chile y mantuvieron siempre, correspondía a la manera en que se les llamaba popularmente desde sus orígenes, producto de las obras caritativas que hacían las hermanas; esta denominación se hizo oficial en toda la Congregación a partir del 1° de octubre de 1970.
2 Circular a las superioras N.º 8, 27 de enero de 1926.
3 Columna del presbítero Francisco Donoso en “El Diario Ilustrado”, octubre 1929.
4 Madre Bernarda fue declarada Sierva de Dios el 7 de diciembre de 2012
5 Archivo de la Biblioteca Nacional Santiago, Chile. PCH2486-2634.
6 “Una misionera”, opúsculo anónimo de una religiosa de la Providencia, con nihil obstat del 8 de mayo de 1853.
Imagen de cabecera: Madre Bernarda Morin. Archivo de la Provincia Bernarda Morin. Todos los derechos reservados.