Por Hna. Lorena González, coordinadora de Pastoral en la Escuela San José de Recoleta. Colaboración coordinada por la Oficina de la Causa de Beatificación de Madre Bernarda Morin.
La vocación religiosa se fundamenta en la búsqueda del amor eterno de Dios y el deseo ferviente de servir a los hermanos. Dicho anhelo lleva a muchos hombres y mujeres en la historia a dejar padres, madres y familiares para aventurarse en una comunidad religiosa, con un carisma y una espiritualidad específica, donde por moción del Espíritu la persona siente que es el lugar indicado para desplegar el deseo profundo de vivir el don de la fe, la caridad y la fraternidad. Esta breve introducción nos permite recordar una vez más el ingreso al noviciado de la Sierva de Dios Bernarda Morin, quien un 11 de mayo de 1850, a la edad de 17 años, llega junto a su padre a las puertas de la casa madre de las Hermanas de la Providencia en Montreal, Canadá, para solicitar el ingreso a la comunidad religiosa.
El autor Francisco Donoso, en el libro “Bernarda Morin, su vida y personalidad”, nos narra:
«Ha sonado la campanilla de la puerta, y la Hermana que la atiende, después de invitar a un caballero y una señorita al locutorio, ha llevado una tarjeta a la Rvda. Madre Fundadora, Sor Emilia Gamelin. La Madre lee el nombre y escucha el recado que da la Hermana. Es una nueva pretendienta, se dice, y ordena llamar entonces a la asistenta Sor Filomena, y con ella se presenta al locutorio en donde la esperaban don Santiago Morin y su hija Veneranda.
Después de las presentaciones y saludos de estilo, la Madre Gamelin se dirige a Veneranda. ¿Cómo ha podido usted resolverse a dejar a su mamá y venir aquí sin conocernos? Las conocía por sus obras, y ahora que las estoy viendo, me gusta mucho el hábito.
Con igual despejo Veneranda va respondiendo a otras preguntas de la Madre… La maestra de novicias le pasó un papel y pluma para que escribiera algo en la pieza vecina. Pero ¿qué quiere que escriba? Dícteme alguna cosa le dice Veneranda. Escriba algún pensamiento suyo, de los que se estén ocurriendo ahora. Y escribió: “El placer de seguir a Jesús y a María, pobres y sufrientes, ha triunfado del placer de gozar más tiempo de las caricias de mis amados padres que tanto me quieren.” Escriba otra cosa dirigida a Nuestra Madre, le pide la Maestra. Entonces Veneranda puso en el papel: “La humildad, la pobreza y la caridad son las virtudes que vengo a buscar a esta santa casa”. El Señor Morin escucha lo que lee la Maestra y no puede contener las lágrimas…».
En este breve texto podemos ahondar en las motivaciones iniciales que tiene Madre Bernarda para ingresar a la congregación de las Hermanas de la Providencia e iniciar la etapa del noviciado, quien en todo momento se presenta disponible al llamado que recibe de parte de Dios para vivir con radicalidad y donación la vocación a la cual se siente llamada.
A lo largo de su experiencia en la etapa de formación inicial, Madre Bernarda comprende con claridad que cada decisión lleva consigo un despojo, una renuncia, un poner la mano en el arado y no mirar atrás. Esta lucidez le permite poner la mente y corazón en aquel primer llamado, aun cuando no comprenda lo que le rodea en su comunidad y en ocasiones sienta el deseo de regresar al regazo familiar.
Es importante destacar que la vocación de la Sierva de Dios Bernarda Morin se consolida en búsqueda absoluta de ser agradable a Dios y vivir la caridad compasiva con los pobres y desvalidos. En su interior resuenan las palabras de Jesús: “No son ustedes los que me eligieron a mí, sino yo el que los elegí a ustedes, y los destiné para que vayan y den fruto, y ese fruto sea duradero. Así todo lo que pidan en mi Nombre, él se lo concederá” (Jn 15, 16).
Damos gracias por la fidelidad y coraje de Madre Bernarda, quien en la plenitud de su juventud respondió con un “sí” a la vocación recibida de parte de Dios. Que al recordar su ingreso al noviciado, podamos reencontrarnos y volver al amor primero que hace que todo lo vivido y lo que vendrá cobre sentido en la certeza que cada uno es llamado a una vocación específica para vivir en alegría y fraternidad.