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Hermanas de la Providencia

Hermanas de la Providencia

Casa Provincial:

+ 56 2 2205 5947 comunicaciones @providenciasp.cl

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Terranova 140, Providencia, Santiago, Chile.

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Lunes a viernes de 9:00 a 13:30 hrs. y de 14:30 a 18:00 hrs.

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Madre Bernarda Morin

Madre Bernarda Morin nació el 29 de diciembre de 1832 en Levis, al sur de la ciudad de Quebec, Canadá. Fue bautizada al día siguiente con el nombre de Venerance Morin Rouleau.

Nace dentro de una familia profundamente católica, con quienes aprende las lecciones relevantes que orientarán toda su vida, como la solidaridad con los pobres y la importancia de ayudar al necesitado.

A los catorce años empieza a sentir una intensa lucha interior. Mantiene un diálogo constante con el Señor y finalmente elige la vida religiosa. A la hora de optar por una congregación, decide alejarse de las tentaciones del mundo y escoge una comunidad que sirve a los más pobres.

El 11 de mayo de 1850, Venerance viaja a Montreal con su padre para materializar su decisión. Ingresa a las Hermanas de la Providencia con 17 años de edad. El 21 de noviembre del mismo año, toma el hábito y el nombre de hermana Bernarda. Pronuncia los votos el 22 de agosto de 1852, en la Iglesia de Saint-Pierre de Sorel.

Al año siguiente, viaja en misión a San Francisco, California.

Sor Bernarda y las cuatro religiosas que la acompañaban planean utilizar la vía del Estrecho de Magallanes para volver a Montreal. Sin embargo, a bordo del barco “Elena”, arriban en Chile, por la Providencia de Dios, la mañana del 17 de junio de 1853. Nunca volverían a su tierra natal.

El mismo día, las hermanas son recibidas generosamente en el convento de las religiosas de los Sagrados Corazones (Monjas francesas).

Las autoridades de esa época solicitaron entonces a las hermanas canadienses comenzar una obra de ayuda social y evangelizadora con los más pobres, comenzando así la presencia de las Hermanas de la Providencia en Chile.

Diez años más tarde, Sor Bernarda es nombrada Superiora de la Comunidad. Durante su vida, el país entero admiró su amplio apostolado en favor hacia los niños abandonados, los pobres y enfermos, la educación femenina a todo nivel y las misiones entre el pueblo mapuche.

Fiel a su congregación de origen, Madre Bernarda supo escuchar la llamada de Dios Providente presente en los rostros de los más pobres entre los pobres en esta parte del mundo. Con coraje, sabiduría y un amor sin límites, hizo crecer la obra de Dios.

El legado de Madre Bernarda permanece aún vivo, 167 años después de que esta joven novicia canadiense llegara junto a sus compañeras a las costas de Valparaíso.

 


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